Finalmente, un viernes sin adjetivos, sin etiquetas. Un viernes libre de invitaciones al consumo, los gastos, el exceso. Un día que no es festivo, ni puente entre festivos, ni vacío de prensa, ni nominalmente extraño cual black friday. Simplemente,
viernes: último día de la semana laboral, puerta al ocio o a la rutina a costa de
uno mismo y su imaginación y no a expensas de los demás. Primer viernes “normal” del año para
volver a la normalidad, a las cosas sencillas, humildes y personales, sin los agobios
de la multitud, sin atracos al bolsillo y sin atracones de calorías. Al fin,
simplemente viernes para lo que uno quiera o apetezca, no para obedecer a la
publicidad, los dictados del comercio o las tendencias de la banalidad. Viernes,
simplemente. Al fin.
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