Porque sólo en un camarote como el de los hermanos Marx
podía producirse la inverosímil bronca que el líder histórico de Cataluña, el
poco honorable Jordi Pujol –delincuente confeso- dirigió a los diputados del
Parlament de aquella Comunidad durante una comparecencia en la que debía
aclarar el origen de su fortuna y las razones por las que se ha decantado por
cometer fraude fiscal, de manera prolongada durante 30 años, en vez de hacerla
figurar en su declaración de renta y patrimonio. Incapaz de encontrar
justificaciones a su conducta, el expresidente catalán se limitó a advertir con
enojo de las consecuencias que para todo el árbol (de la política catalana)
podía representar la poda de una rama (la corrupta encarnada por él), ante un
auditorio que asistía atónito a semejante manifestación de iracunda soberbia. Y
todo ello para intentar encubrir a unos hijos que se “beneficiaron” (regular e
irregularmente: la Justicia
determinará) de las actividades y las relaciones del “constructor” de una
patria hecha a medida, a su exacta medida, y por la que figuran imputados en
sendas tramas delictivas. Esa “patria” de la que se vanagloriaba el honorable
evasor de divisas es la que ahora, de manera simultánea en el tiempo, reniega
ser parte integrante de un país mucho más vasto en historia, cultura y riqueza
social de lo que aduce aquella región para privilegiar signos identitarios
excluyentes. Si no fuera porque es un problema de enorme trascendencia, sería
para ofrecerles dos huevos duros.
Pero es que, en otro rincón del disparatado camarote, un
espigado Mariano Rajoy, a la sazón presidente del Gobierno de España, con
semblante perdido ante tantos chinos tan iguales, confundía ante las
autoridades chinas al rey que abdicó por sus líos de faldas y corruptelas
familiares, Juan Carlos I, (PRIMERO, debieran haberle escrito) con un tal Juan
Carlos SEGUNDO, no se sabe si de España o de Alemania, desde donde realmente
nos gobiernan. A lo mejor estaría pensando en algún Papa, por el follón que le
había organizado, justo antes de su partida, el exministro de Justicia,
Ruiz-Gallardón, con lo del aborto. Los chinos ni se enteraron, pues para ellos
primero y segundo les suena a chino, pero el séquito español palideció de
bochorno con el desliz de quien debía estar al tanto de los nombres de nuestros
Jefes de Estado en la historia reciente, ya que sólo fueron tres en los últimos
ochenta años: Franco, Juan Carlos (PRIMERO) y Felipe (SEXTO). Aún así, Rajoy la
lía hasta leyendo un discurso, por lo que prefiere el plasma: puede repetir
tomas hasta que salgan impolutas.
El rey verdadero, el que heredó la corona deprisa y
corriendo de su padre cual monarquía feudal, andaba por esas fechas estrenándose
en la ONU en su
nueva misión de estadista internacional, con estilo moderno y aspecto barbudo,
como gusta a los jóvenes y no tan jóvenes de hoy, incluido Rajoy, y como la que
también portaba, cuando desafió a Occidente desde esa misma tribuna, el líder indiscutido
de la revolución cubana: Fidel Castro, reliquia viva del comunismo hispano, mi
amol. Por supuesto que no hay comparación: una era espesa y desaliñada y la
otra recortada y cuidada; uno empobrece a su pueblo en nombre del pueblo, y otro
participa del empobrecimiento del suyo en nombre del mercado. Pero los pobres de
ambos son iguales: gente llana y humilde que no sabe de barbas ni de herencias
dinásticas, sino de cómo asegurar el futuro de sus hijos, lo que ninguno de los
barbudos les garantiza.
Para completar la comedia de despropósitos, otro figurante de
la compañía marxista, Cristóbal
Montoro, el de la voz de trompetilla, un día anuncia que devolverá parte de la
paga extra sisada a los funcionarios en 2012 y, al siguiente, que mantendrá
congelados sus sueldos por quinto año consecutivo. Tras la gracieta, hace sonar
la trompeta y desaparece raudo de escena, escabulléndose tras la
vicepresidenta, que sigue repartiendo huevos duros al personal del cada vez más
abarrotado camarote.
Es entonces cuando los magistrados del Tribunal
Constitucional, con sus pelucas y sus puñetas, dictaminan en media hora que los
catalanes no pueden votar, faltaría más, en la primera ocasión en que no se
tiran años discutiendo quién de ellos se encargará de redactar la ponencia para
empezar a leerla antes de elaborar un borrador con el que estudiar el asunto
sin prisas pero sin pausas, con sosiego pero exhaustivamente, como corresponde
a los dioses intérpretes de la
Constitución. Rajoy , agradecido, les ofrece
otros dos huevos duros porque sin respeto a la ley no hay democracia posible en
ese camarote estrambótico de la política, mientras confía en que otro cura se
contagie del ébola en África, donde se extiende como la peste, no para enviar
medicinas y combatir la pandemia, sino para hacer de samaritano y acoger a los
moribundos en hospitales madrileños en los que se ha recortado hasta en tiritas.
Cree que así potencia la marca España
ante el mundo, aunque, según Cáritas, la pobreza en nuestro país se está “cronificando”, además de crecer, y al que
recomiendan que deje de abaratar los salarios porque así no hay manera de
estimular el consumo que hace funcionar la actividad económica. Claro que estos
son asuntos menores comparados con la boda de George Clooney en Venecia,
difundida urbi et orbe por los medios
que tanto se afanan por cultivarnos. Quizás fuera por ello que María Dolores de
Cospedal estaba que trina, propinando empujones por el camarote a todo el mundo,
porque no la habían invitado y a Bono sí. Confundía al líder del grupo inglés con el adversario que era del PSOE, la pobre.
Así que, si esto no es de película de los hermanos Marx, que venga
nuestro Torrente a investigarlo.
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