Vivimos un tiempo especialmente difícil para la cultura. A
la escasa voluntad por elevar los niveles educativos de la población, sea
escolar o no (los recortes presupuestarios y el adoctrinamiento ideológico de
las reformas educativas no pueden conseguir otros resultados), se une la
actitud del Gobierno de castigar con impuestos y trabas la industria editorial,
en particular, y la producción cultural, en general. Por ello, hay que volver a
regocijarse de que, en medio de este páramo al que nos abocan las medidas
economicistas y “austericidas” de los gestores políticos, la revista Qué leer también haya conseguido coronar
la edición número 200, no sin grandes obstáculos que remiten a la férrea
voluntad de sus editores por continuar presente en los kioscos.
Ambas revistas representan casos paradigmáticos de supervivencia
en el mundo editorial y, más concretamente, en el minoritario ámbito de las
publicaciones “intelectuales”, aquellas que ofrecen contenidos dirigidos a la
reflexión sosegada, no a la emoción visceral. Qué leer es una revista mensual sobre novedades editoriales que ha
pasado por muchas manos (Hachette Filipacchi, MC ediciones, etc.), conservando
en la figura de su director, Toni Iturbe, y de su redactor jefe, Milo J.
Kimpotic, la esencia cultural y divulgativa que han sabido preservar, sin
desfallecer, ante las inevitables “prioridades” mercantiles de cualquier
negocio.
Los lectores de estas publicaciones, seguramente el mismo
público, tienen motivos para el regocijo pues todavía las pueden adquirir con
asiduidad en los kioscos y librerías. Al hacerlo, asumen –asumimos- el
compromiso no sólo de apostar por su continuidad en estos tiempos en que la
edición en papel está condenada a desaparecer, sino también por el fomento de
la cultura y la información, únicas herramientas que nos posibilitan adquirir
una opinión fundada y racional, que nos preserva de la ignorancia y la
manipulación, siempre intencionadas. ¡Ojalá podamos celebrar, sin que pase
desapercibida, la edición 400 de estas dos señeras revistas de nuestro mercado
editorial, aunque sea por nuestra propia salud mental!
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