A Ucrania ha ido la canciller alemana para mostrar con su
presencia el apoyo a Kiev en su lucha contra los que desean seguir bajo la
órbita rusa y se levantan en armas para impedir todo acuerdo de asociación, como
paso previo a una futura integración, con Europa. La Rusia de Putin, que ya se
anexionó la península ucraniana de Crimea, alienta el conflicto con municiones,
milicias y suministros de todo tipo con tal de soñar con su viejo cortejo de
repúblicas satélites sometidas a control soviético. En ese pulso de la ambición
continental de Europa, dispuesta a completar el diseño geográfico de su mapa
físico para ampliarlo hasta los Urales, Merkel apuesta por hacer demostración
de una voluntad férrea de no ceder al chantaje guerracivilista de la facción
oriental prorrusa, personándose junto al presidente ucraniano, Petró Poroshenko,
quien la agasaja con un ramo de flores. A la alta representante de la Unión para Asuntos
Exteriores y Política de Seguridad, Catherine Ashton, ni se le ha visto, ni se
le espera. ¿Para qué?
Y en Galicia, adonde la ha llevado el solícito anfitrión
español, Mariano Rajoy, de paseo por su tierra natal y en visita blindada, para
resguardarse de los protestaflautas, al apóstol Santiago, Merkel ha oído todo
lo que quería escuchar en palabras del presidente de Gobierno: que seguiremos
aplicando las recetas que ella prescriba para adecuar nuestra economía a los
intereses de la banca alemana. Como buen alumno disciplinado, Rajoy se
comprometió a proseguir con las “reformas estructurales” que tan buenos resultados
están dando a los acreedores, casualmente alemanes. Y en un alarde de osadía,
impropio de quien no suele abrir la boca, el presidente español recabó el
respaldo de Alemania, imprescindible por otra parte, para conseguir un premio
de consolación en Europa para el ministro de Economía patrio, Luis de Guindos,
por los indiscutibles méritos que jalonan su gestión, primero en Lehman
Brother, y después al frente del desmantelamiento de nuestro Estado del
Bienestar. Los testigos de la petición aseguran que a Merkel le brillaron las
pupilas, como si estuviera a punto de soltar alguna lágrima, no se sabe si de
alegría o de risa, pero en cualquier caso satisfecha por la docilidad y
fiabilidad del buen Mariano, siempre tan atento y comprensivo con los
poderosos.
Nuestro hábil presidente regaló a los oídos de la alemana la
certeza de que aquí no castigaremos a los banqueros que condenaron a la miseria
a miles de españoles con sus especulaciones criminales, como han hecho en
Estados Unidos con Bank of America,
entidad que tendrá que pagar una multa de 17.000 millones de dólares por la
estafa de las hipotecas subprime, sino
que los seguiremos ayudando a cumplir con sus deudas, a cargo del erario
público, como lo demuestra el hecho de que el BBVA haya adquirido Catalunya
Bank por menos de 1.200 millones de euros, cuando necesitó cerca de 14.000
millones en ayudas que se dan por perdidos. Esa es la reforma estructural del
sistema financiero que quería conocer la “jefa” alemana de boca del español.
También le garantizó tranquilidad porque le confirmó que
tiene asegurada la continuidad del partido gobernante en todos los
ayuntamientos gracias a una triquiñuela electoral que obligará eligir alcalde
al de la lista más votada, que, por supuesto, será siempre del PP, dada la
fragmentación de la izquierda nacional en mil grupos chillones y poco
pragmáticos. Angela se mostró cansada durante el Camino de Santiago, pero
esperanzada con el apoyo que recibe de España en su lucha por la austeridad de
los pobres de Europa y con la comprensión incondicional que le muestra el
presidente español, tan gentil y dicharachero.
Con indisimulada envidia por la suerte que tiene Rajoy de no
encontrar una oposición fiable que discuta sus iniciativas y un pueblo sumiso
que se empeña en seguir confiando en quienes lo empobrecen a golpe de
decretos-ley que recortan prestaciones y derechos, Merkel se dejó homenajear en
un restaurante gallego con los productos típicos de la tierra, en un ambiente
de gran camaradería. Pero requirió de España idéntica camaradería cuando tenga
que poner firmes a Francia e Italia, que se resisten a aplicar sus políticas de
austeridad y “ajustes” contra viento y marea. Fue entonces cuando Rajoy, que no
deja pasar una, le sugirió que también Arias Cañete podría acceder a una
comisaría económica importante, además de la jefatura del Eurogrupo para
Guindos. Rajoy volvía a demostrar ante los suyos su estatura de hombre de
Estado, con el aplauso irreprimible de Soraya Santamaría y Carlos Floriano.
Merkel regresó a Alemania, tras pasar revista, murmurando: “¡Dios, qué tropa!”.
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