No se puede negar que fue la aerolínea hispana más
importante del plantea, consiguiendo un puesto destacado entre las grandes del
mundo. Su crecimiento estuvo ligado al auge del turismo y a la consolidación
económica del país. De ser una empresa de titularidad estatal, controlada por
el antiguo Instituto Nacional de Industria, pasó a cotizar en bolsa en 2001,
culminando así un proceso de privatización que no fue efectivo hasta que el
Gobierno derogó, en 2005, tras ultimátum de la Comisión Europea ,
el sistema de control y blindaje que se reservaba sobre algunas empresas
privatizadas, conocido como “acción de oro”. Había comenzado a desteñirse la
bandera española.
Mucho antes, Iberia
había decidido sumarse a la alianza Oneworld, junto con British Airways y
American Airlines, para compartir sinergias empresariales y estrategias
comerciales, y constituir uno de los grupos más potentes del mercado
aeronáutico mundial, donde la competencia es feroz.
Pero como todo en la vida, aún más en los negocios, su
futuro viene determinado por las circunstancias y el desafío permanente de
poder adaptarse a ellas. Y aunque Iberia
es una empresa poderosa, que realiza más de 1000 vuelos diarios, no ha podido
evitar ser engullida por el “pez gordo” de British Airways, quien impulsa una
fusión entre ambas para constituir una nueva sociedad, IAG, que desde 2010
explota de manera conjunta las rutas aéreas de las participadas. Desde
entonces, Iberia ha ido perdiendo
destinos, rutas y pasajeros, además de sufrir un “ajuste” de su estructura que
no ha dejado de ser traumático.
Es evidente que la marca España ya no dispone de la bandera
de Iberia. Como en las fusiones bancarias,
al final prevalece el más grande y poderoso, como el Santander, que ha ido
eliminando cuántos bancos ha absorbido en sus múltiples fusiones: el Central, el Hispano y, próximamente, el Banesto,
etc. Controlada por los británicos, IAG parece favorecer a la compañía inglesa
en detrimento de la española, que lentamente reduce su cuota de mercado en favor
de aquella. Y lo que era una compañía que blandía los colores patrios por los
cielos del mundo, ha devenido en una empresa privada que está siendo deglutida
por otra que busca así aumentar su tamaño y su capacidad para continuar en el
negocio del transporte aéreo de pasajeros y mercancías.
Es difícil que una empresa privada pueda abanderar a un país, máxime si sus propietarios no son nacionales. Independientemente del destino mercantil de Iberia, cuya historia está ligada a la memoria sentimental de los españoles, parece claro que la compañía aérea hace tiempo que dejó de ser española y, por tanto, perdió su capacidad para servir de enseña de la marca España. Desgraciadamente
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