Desde hace más de 30 años, el Partido Socialista Obrero
Español (PSOE) ha estado dirigiendo los destinos de la Comunidad , sentando a cuatro
presidentes en la mesa del Consejo de Gobierno de la Junta de Andalucía: Rafael
Escudero, José Rodríguez de la
Borbolla , Manuel Chaves y José Antonio Griñán. Ninguno de
ellos ha tenido una salida del cargo de forma “voluntaria” y tranquila.
Escudero dimite por diferencias con su propio partido acerca del tipo de
autonomía que Andalucía podría alcanzar y las transferencias que debía asumir.
De la Borbolla ,
que imprime un fuerte impulso al Gobierno autónomo, también se enfrenta al
aparato de su partido, dominado por los “guerristas”, que finalmente lo
desplazan de la secretaría general del PSOE de Andalucía. Y Chaves, que
sustituye en el cartel electoral al anterior por decisión de Felipe González,
es el político que más tiempo ha estado vistiendo el traje institucional de
Presidente de Andalucía, nada menos que 19 años. Su marcha obedeció a un
“lavado de cara” (restyling) de un PSOE trufado de viejos barones que apenas
atraían a un electorado harto de “momias” históricas. Le sucede Griñan, gestor
gris y sin carisma, que pronto se rebela contra el “padrino” que lo designa para
controlar el poder del partido en la región. Sin embargo, es un feo asunto de
corrupción, conocido como caso de los ERE, el que lo aparta precipitadamente
del cargo, aunque la investigación judicial en curso todavía no lo implica
entre los acusados.
Desde que en 1977 fuera legalizado, el socialismo que
representa el PSOE ha sido la fuerza representativa de Andalucía y el único
partido que la ha gobernado. Durante más de 20 años lo ha hecho con mayoría
absoluta y, en varias legislaturas, en minoría con apoyo parlamentario de otras
formaciones. En la actualidad, contra todo pronóstico, gobierna en coalición
con los comunistas de Izquierda Unida, dejando en la oposición a los
conservadores del Partido Popular, que ya adelantaban un “cambio” en la Junta de Andalucía que los
ciudadanos le negaron al no confiarles la mayoría absoluta.
El socialismo del PSOE ha modernizado las estructuras de la
región, pero no ha conseguido alejarla de los estigmas que la caracterizaban
como región subdesarrollada, carente de una industrialización que combata los
índices de un paro que secularmente alberga. Tampoco ha conseguido culminar ninguna
reforma agraria, a pesar de varios intentos, que pusiera en producción y en
manos de los campesinos los latifundios que aun ocupan gran parte del territorio
rural, cuya propiedad pertenece a apellidos de una nobleza de terratenientes de
rancio abolengo.
Ni siquiera la iglesia católica, en esta tierra de María
Santísima, ha podido ser desplazada al ámbito de las creencias íntimas de las
personas, por lo que ha conservado privilegios a la hora de “educar en la fe” a
los niños en colegios concertados, pero con financiación pública, y su personal
continúa siendo sostenido con cargo a los Presupuestos del Estado.
El escándalo de la corrupción de los ERE, como otros casos
de irregularidades en partidos con responsabilidad de gobierno, adoba esta
desafección ciudadana de la política, insatisfecha con lo conseguido,
desilusionada con las promesas incumplidas y desconfiada con una “casta” de
servidores públicos que acaba siempre defraudando. Aun sin imputar, el
presidente Griñán era objeto de las sospechas de una malversación de fondos
públicos que, si no de forma activa, si de forma pasiva debía haber conocido
por su condición de exconsejero de Hacienda, competente para vigilar la
administración de tales recursos, y por lo que se había convertido en el blanco
permanente de una oposición que no cejaba en el empeño de implicarle. Con 67
años cumplidos y con un carácter voluble, José Antonio Griñán ha preferido quitarse
de en medio, dejando el relevo de la
Junta de Andalucía a una mujer que, con 39 años, no tiene que
dar cuentas de ningún pasado oscuro y sospechoso.
Tras tres décadas protagonizando el sentir mayoritario del
pueblo andaluz, el socialismo vive sus horas más bajas y difíciles, el declive
de un proyecto que consume sus días sin capacidad de insuflar alguna esperanza en
un futuro de solidaridad y justicia. La dimisión de José Antonio Griñán
oficializa ese declive del socialismo andaluz, por mucho que se quiera revertir
de “cambio histórico”.
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