Son chuzos que amenazan a una deuda que sigue deparando la
desconfianza del mercado y nos mantiene al borde del rescate, con todo lo que
ello implica. Ya se ha estimado que la banca española requerirá ayudas por
valor de más de 50 mil millones de euros que procederán del primer préstamo que
Bruselas concederá como adelanto a un rescate aún mayor de toda la economía
nacional.
Una economía que, a pesar de todos los “ajustes” acometidos,
sigue sin generar una actividad que proporcione recursos. Ni la subida del IVA,
ni las modificaciones del IRPF ni la creación de nuevos impuestos logran
aumentar significativamente los ingresos del Estado, quien se ve obligado a equilibrar
las cuentas haciendo recaer el grueso de los recortes en las partidas del gasto
(servicios sociales) para cumplir con el objetivo del 4,5% de déficit del PIB
acordado con Bruselas. Eso traslada nuevos sacrificios a los ciudadanos y
mayores esfuerzos que los empobrecen aún más, como si fueran los culpables de
una crisis de la que en realidad son víctimas.
Eso sí, se perdonarán impuestos a ese negocio de tanto
futuro como es Eurovegas (exenciones
en el IBI y el IAE), tal como demandaba su patrocinador, el magnate Sheldon
Adelson, además de adaptar algunas leyes (prohibición de juego a menores,
prohibición de fumar en espacios públicos cerrados, etc.) que posibiliten la corrupción de nuestro modelo de sociedad
para satisfacer los intereses lucrativos de un casino. Dicen que es para
generar trabajo, pero yo le recomendaría a un hijo que no lo buscase allí. Esta
falta de respeto a las leyes y los derechos laborales, como exigen las
patronales, están consiguiendo que el trabajador quede desamparado y al socaire
de la voluntad empresarial, sólo atenta a sus beneficios e indiferente a la
dignidad de las personas.
De ahí que no sea de extrañar el creciente malestar de la
población, harta de afrentas y golpes a lo que garantiza su dignidad, ganarse
el sustento gracias a un trabajo, y por la nula sensibilidad de unos
representantes políticos que están más pendientes de las poltronas que de las
demandas de la gente. Los nubarrones de otoño anuncian más movilizaciones, además
de la del pasado 25 de septiembre que tanto bochorno causó al pretender “rodear
el Congreso” y acabar a hostias hasta con los usuarios del Metro. Para el
Gobierno, los provocadores eran los manifestantes que querían simbolizar el
rechazo a unos políticos ajenos al sentir ciudadano, no los “compañeros” de
paisano infiltrados que confundieron a los propios policías. Como conclusión
que circula por las redes: o los violentos eran los infiltrados o la
manifestación era pacífica. Si no, no se entiende que la policía golpee a un “compañero”
infiltrado. Una actuación “represora” ejemplar, en opinión de quienes mandan
las fuerzas del desorden.
Me imagino que afinarán el procedimiento porque el
movimiento Occupy prepara una “cacerolada
global” a escala global para el próximo día 13 de octubre, en la que participarán
Madrid y Barcelona, en principio, con la intención de hacer que el ruido de “la
frustración y el malestar” de la gente sea “difícil de ignorar”. Además, los
mineros también trabajan en nuevas movilizaciones si el ministerio de
Industria, en la Comisión
de Seguimiento, no presenta un proyecto de mantenimiento de la producción y
cumple con el Plan de la Minería. También
los estudiantes, a través de su Sindicato, tienen prevista la organización de una
huelga en contra de los recortes y en defensa de la enseñanza pública. Y la Sanidad anuncia continuar
con las acciones de protesta y las manifestaciones a favor de los servicios públicos.
Es decir, que si vuelve haber inundaciones este otoño es por
negligencia del Gobierno, porque las nubes amenazan chuzos con meridiana claridad.
Habrá que dejar los puros para cuando escampe.
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