Uno tras otro, antes o después, los individuos más
representativos de la prehistoria democrática española dejan de existir, provocando
ese vacío que genera la persona cuya trayectoria no deja indiferente a nadie,
con sus aciertos o sus errores. Antes fue Manuel Fraga Iribarne, un dinosaurio
político que supo escapar al ocaso de su especie y adaptarse al nuevo ambiente
democrático, demostrando con su ejemplo la vía para la superación de la
intolerancia reaccionaria que caracterizaba a la familia fascista de la que
provenía. Y ayer era Santiago Carrillo, histórico dirigente del Partido
Comunista de España, el que fallecía en su domicilio de Madrid, a los 97 años
de edad. Ellos dos, uno de la derecha y otro de la izquierda, entre tantos
otros, simbolizan los denodados esfuerzos que, en momentos cruciales para el
futuro inimaginable del país, fueron capaces de realizar para aglutinar todas
las voluntades y sensibilidades a favor de la libertad y la paz, renunciando a maximalismos
que conducen sólo a las andadas fraticidas.
Si el primero hizo progresar hacia comportamientos
demócratas a la derecha española, el segundo contribuyó en idéntica medida al
abandono de las imposiciones revolucionarias y dogmáticas (estalinistas) del
comunismo para adaptarlo al “eurocomunismo”, que defendía la democracia, la independencia
partidista de Moscú y la reconciliación
nacional. Ambos, no obstante, también tuvieron sombras que dibujan la silueta
de unos personajes controvertidos y de largo historial no siempre pulcro.
Montejurra y Paracuellos del Jarama son manchas para unas biografías que en
absoluto son intachables, pero no dejan de ser relevantes para la
transformación democrática de España, demostrando que el pasado puede ser útil
como referencia de lo que se ha de evitar a toda costa, incluso con la renuncia
crítica a lo personal del mismo.
Estos
ejemplares de la fauna política de la prehistoria, junto a los amanuenses
fallecidos de la
Constitución (Solé Tura, Gabriel Cisneros y Gregorio Peces
Barba), forman parte de una extraordinaria especie política que está en vías de
extinción y que tan necesarios resultan para afrontar encrucijadas difíciles y
dramáticas como las que atravesamos en la actualidad, carentes de líderes de
aquella talla y de esa visión clarividente sobre lo que es mejor para todos los
españoles y para el futuro del país
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