lunes, 18 de junio de 2012

La Sevilla atemporal de los poetas

Decía Julián Marías que “en Andalucía los siglos se nos escapan, con no sé qué huidiza elegancia”, y ha de ser verdad porque, al buscar la salida en este recorrido por la Sevilla de los poetas, donde el tiempo no es que se detenga sino que forma una mezcolanza de siglos, cruzamos la calle Jamerdana, que enciende los recuerdos. En ella vivía José María Blanco Pardo, más conocido como Blanco White, un heterodoxo que combina la poesía con ideales revolucionarios de un pensamiento liberal. A pesar de su carrera sacerdotal, cuestiona el catolicismo y el luteranismo para llegar a una especie de cristianismo sin iglesia, tal vez influenciado por la muerte temprana de una hermana monja. Blanco White tuvo que huir de España, durante la Guerra de la Independencia, por ser un exponente liberal de la Junta Central –Gobierno errante a causa de la invasión francesa- que preconizaba el advenimiento de un Nuevo Régimen frente al invasor napoleónico y el absolutismo del Antiguo Régimen.

En su casa se reúnen Manuel María del Mármol, un neoclásico, autor de Tarfira, la defensa de Sevilla, Félix José Reinoso, poeta y vecino de la misma calle, y Manuel María Arjona, que ejerce de maestro de estos poetas adelantados a un tiempo en que la libertad no reconocía a ciudadanos sino súbditos de reyes absolutos, aunque en Cádiz estaba fraguándose la primera Constitución que contemplaba, entre otras, la libertad de prensa.

Otro de los poetas inconformistas que acude a esta tertulia es Alberto Lista, religioso, político y poeta que destaca en el círculo de ilustrados sevillanos, con una carrera docente e intelectual impresionante. Todos, cuando desaparezcan, pasarán a formar parte del olvido, en sus diferentes grados, como intuyó el propio Blanco White en su Oda a Licio –nombre arcádico de Alberto Lista-: “Mas cuando ya cumplido/ De nuestra vida el término, el instante/ Fatal llegare, entonces en profundo/ Olvido sepultado,/ Del tiempo nuestro nombre será hollado”.

Otra calle que hollaremos, no para olvidar sino para avivar la memoria, será la calle Gloria, en la que advertimos una placa que informa del lugar donde murió el poeta Alejandro Collantes de Terán, en 1933, uno de los escritores vanguardistas que formaron parte de la generación poética de la revista Mediodía.

En este vértigo de calles y desiglos que aturde al visitante, buscamos la salida a través de la calle Mármoles, en la que nos sorprenden tres columnas aisladas y huérfanas, restos de un templo romano, tan enhiestas y enjauladas como si estuvieran en un orfanato, cárcel del olvido.

Y el respiro, al fin, proviene labrado en otro rótulo de esta topografía de la Sevilla atemporal: la calle Aire, tan estrecha y cargada de historia como las que dejamos atrás. Allí vivió el poeta Luis Cernuda, que escogió el nombre de su calle para titular su primer poemario, Perfil del Aire, en el que desvela la esencia de Sevilla: “Un olor de azahar,/ Aire. ¿Hubo algo más?”. Un azulejo en la pared refleja la obsesión del poeta por la fugacidad del deseo y la vida, su “sueño de ser un dios sin tiempo”.

Con la brisa de Cernuda y los siglos que cargamos en la espalda, rememoramos al poeta siempre presente y que sirvió de excusa para iniciar este paseo en conmemoración del primer centenario de su Campos de Castilla, dirigiendo nuestros pasos hacia un lugar muy cercano a aquel “huerto claro, donde madura el limonero” que Antonio Machado hiciera inmortal: la calle Dueñas, no para visitar el Palacio de su infancia, sino para terminar en un bar que hace de proa en aquella collación, lugar donde hoy día, en esta Sevilla contemporánea, se reúne otra tertulia que aún no figura en la topografía histórica de la ciudad ni en los libros que custodian la sabiduría canónica de cada época, pero que con el tiempo podrá ser recordada y recorrido su legado. Son los poetas que en la actualidad forman parte de Cuadernos de Roldán, un grupo que edita tres números al año de un poemario en el que participan Salvador Compán, finalista del premio Planeta, Francisco Núñez Roldán, Carlos Abadía y tantos otros que toman el relevo en la Sevilla de los poetas.

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Nota:
Los enlaces remiten a las entradas que conforman este recorido por la poesía sevillana desde la época andalusí hasta la actualidad, haciendo especial mención al período del Barroco y el Renacimiento. No se trata de un estudio pormenorizado de literatura poética, sino del encanto de una ciudad que despierta la inspiración a poetas de todas las épocas.

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