Cuando este artículo vea la luz, el presidente de la Autoridad de Palestina, Mahmud Abbas, estará solicitando al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que reconozca Palestina como Estado independiente de pleno derecho, solicitud que será apoyada por más de 120 países del mundo. Sin embargo, EE.UU usará su derecho de veto para impedir dicho reconocimiento, si antes no ha logrado con otras medidas evitar la comparecencia o retrasar la votación. La iniciativa surge de la parálisis que sufren las negociaciones entre Israel y Palestina que no han conseguido traer la paz ni el reconocimiento a un pueblo que durante décadas ha sido arrinconado en territorios cada vez más estrechos y “contaminados” de colonias judías que procuran poco a poco superar y desplazar a los habitantes palestinos de la región.
En realidad, se trata de una iniciativa que busca relanzar las negociaciones y forzar un pronunciamiento de EE.UU que demostraría su hipocresía hacia el mundo árabe, al que dice apoyar en sus revueltas populares por la democracia. Sin el veto estadounidense, Palestina como Estado podría denunciar a Israel ante la Corte Penal Internacional de La Haya por ocupación ilegal y violación de los Derechos Humanos, una situación inimaginable, aunque cotidiana y real.
Si la iniciativa ante el Consejo de Seguridad fuera vetada, el presidente palestino acudirá a la Asamblea General de la ONU para pedir un mayor reconocimiento de Palestina como Estado observador, donde cuenta con el voto favorable de 130 países de los 193 que estarán presentes. Como en casi todas las cuestiones que le afectan, Europa está dividida al respecto, a pesar de ser uno de los mayores donantes, junto a EE.UU., que posibilitan la viabilidad económica de la entidad palestina. Esa falta de unidad es utilizada por Israel para socavar el apoyo que pueda obtener la iniciativa e incluso provocar la asfixia económica de aquel pueblo permanentemente cercado y maniatado.
Las raíces del conflicto son tan antiguas que apenas se recuerdan, a pesar de constituir la principal fuente de inestabilidad en Oriente Medio. Es una disputa que surge a raíz de la creación del Estado de Israel en 1948 con la partición de las tierras palestinas y la expulsión de su población árabe. Hoy en día nadie duda de que la paz vendría de la mano del reconocimiento de ambos estados: el israelí y el palestino, pero la fijación de las fronteras y la capitalidad en Jerusalem siguen obstaculizando el acuerdo. Cada vez que se acercaba el entendimiento, actos de violencia de parte y parte lo socavaba. La construcción de asentamientos en Cisjordania y el bloqueo de Gaza han empeorado la situación hasta hacerla agobiante para los palestinos. Israel endurece las condiciones de negociación mientras continúa su política de colonización y asfixia económica de los territorios, a lo que se responde con violencia y terrorismo por parte de las distintas facciones armadas palestinas.
Parece llegado el momento de que la diplomacia internacional tome una decisión activa para encauzar las vías basadas en el diálogo. Según la organización Avaaz, la ONU, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional han anunciado que los palestinos están preparados para gobernar un estado independiente, pero EE.UU e Israel no están por la labor.
Ojalá la ONU esté a la altura de la responsabilidad histórica que deberá afrontar con el reconocimiento de un estado palestino y no frustre las esperanzas de paz y libertad de millones de ciudadanos que, en pleno siglo XXI, siguen padeciendo un holocausto casi tan cruel como el que denuncian sus verdugos. Ojalá llegue la paz a Palestina.
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