Fue siempre la pequeña y será por siempre la más pequeña, la inesperada pero no por ello menos bienvenida que los demás e igual de querida que todos. Supo acomodarse como la muñequita en los juegos, la inocente en las travesuras y la más tierna en el abrazo y la conducta, sin estorbar y siempre dispuesta a servir de compañía a su hermana en el dormitorio y a sus hermanos en las diversiones. Testigo y confidente de los que obraban de guía durante la niñez y la adolescencia, hoy corona la edad de la autonomía y la independencia con esa bondad suya tan grande y blandita como es ella misma.
Pacífica y tranquila en la vida y en su forma de ser, no ha podido evitar caminar en último lugar, pero sin ser la última en nada, irradiando una luz propia con la que le place deslumbrar desde la más radical negrura gótica su personal diferencia, su unívoca identidad.
Siempre ha sido, y será, la pequeña para una familia que en realidad codicia su juventud y su lugar a la hora de conquistar el listón de los treinta años cuando los demás hace tiempo que lo olvidaron. Sin embargo, por muchos años que cumpla, nunca dejará de ser la niña chica, la tranquila Eleni de nuestros reclamos y nuestras querencias. Porque siempre será nuestra pequeña. Felicidades, hija.
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