martes, 6 de octubre de 2009

Piratas del Pacífico

Los mares vuelven a ofrecernos aventuras de piratas, piratas sin pata de palo y parche en el ojo, cuya fiereza era semejante al romanticismo con que se debatían por un amor perdido en el último puerto. Ahora son otros piratas, igual de sanguinarios pero menos románticos, a los que les mueven las riquezas que podrían aliviar su miseria y el olvido en que se hallan perdidos. Sin siquiera un país como tal, se lanzan al secuestro de los barcos que faenan unas aguas infestadas por piezas codiciadas en un mundo rico, acostumbrado a saciar todos sus apetitos. En sus lanchas de corsarios se enfrentan con las armas que les venden los mismos que defienden a sus presas, pescadores confiados en la fuerza militar de sus potencias. Es una lucha desigual entre el hambre de los desfavorecidos y la legalidad de los afortunados, y tan injusta como las inversiones en seguridad en vez de cooperación y desarrollo para con ellos. Es la eterna lucha de los débiles contra los poderosos siempre destinada a padecer un único desenlace: perder. No es literatura ni ficción, desgraciadamente. Es una historia de piratas real, como la vida misma.

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