sábado, 24 de octubre de 2009

¡Juventud, divina carga!

Las últimas cifras del paro indican que cerca de la mitad del mismo recae sobre los jóvenes, personas en esa etapa crucial de la vida en la que se traza un proyecto autónomo de vida. No se corresponde ese porcentaje con las proclamas que airean a los cuatro vientos de que disponemos de la juventud mejor preparada de la historia. Se puede llegar a una errónea conclusión: ¿para qué sirve tanto estudio? Unas enseñanzas que, por otra parte, no brillan en el ránking de calidad europeo. Evidentemente, hay dos problemas que se solapan: calidad de la enseñanza y modelo económico. Y ambos problemas hacen estragos entre la juventud, el tesoro (no en el sentido romántico) que dispone la sociedad para garantizar su futuro. Inútil política es la que no centra su atención en este asunto y le escamotea los esfuerzos necesarios para solventarlo. Porque si hay algo de lo que depende el país, como entidad colectiva, es de su propia regeneración poblacional para alcanzar progresivas cotas de desarrollo, regeneración preparada para afrontar nuevos desafios de índole diversa: tecnológicos, culturales, científicos, sociales, etc. Invertir en ellos y modificar un sistema económico basado casi exclusivamente en el ladrillo y en el sector servicios parecen las asignaturas ineludibles para evitar que la juventud se convierta en una carga. Y si hay que hacer un libro blanco con las conclusiones de expertos y afectados, consensuado con todas las fuerzas políticas para que sus medidas sean aplicadas independientemente de quien gobierne, hágase ya. Las cifras ofrecen ya un serio aviso.

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