Boris Johnson ha conseguido una victoria rotunda en las
elecciones generales del Reino Unido del pasado 12 de diciembre y dispondrá de una
holgada mayoría absoluta en el Parlamento británico para acometer
definitivamente la salida del país de la Unión Europea. El partido conservador,
con el locuaz líder que ha revalidado el cargo, ha arrasado, incluso, en
aquellas circunscripciones que tradicionalmente votaban socialista, no gracias
a la charlatanería del político “tory”, sino por el rechazo que provocaba el
líder izquierdista, Jeremy Corbyn, incapaz de mantener un criterio claro sobre el
dichoso Brexit e intentar disimularlo con propuestas extemporáneas que acabaron
infringiendo la mayor derrota al Partido Laborista desde 1935. Es así como el
primer ministro de pelo alborotado sólo precisó de no meter mucho la pata para atraer
en torno a su candidatura a los descontentos de uno y otro lado, tanto de los partidarios
de abandonar ya la UE como de los que confiaban permanecer en ella, en la
esperanza común de dar carpetazo a un embrollo que mantiene dividida a la
sociedad inglesa y que se alimenta de falsas promesas, cuando no de burdas
mentiras.
Tantas son las leyendas, exageraciones y desinformación que,
cual capas de cebolla, han estado engordando la propuesta del Brexit, desde mucho
antes del referéndum de 2016, que, lo que no consiguieron políticos serios de anteriores
gobiernos en agotadoras negociaciones y votaciones, lo ha logrado un populista
simpático, charlatán y embustero con la promesa de abandonar las instituciones
comunitarias el próximo 31 de enero y aumentar significativamente las
inversiones públicas, sobre todo en sanidad y gasto social, para compensar la
“desconexión” económica y la polarización de los ciudadanos.
Ha sido una campaña intensa de demagogia que ha tenido la
ayuda, sin que sea tachada de injerencia, del “siamés” norteamericano, Donald
Trump, con sus reiteradas invitaciones a establecer el mayor tratado de libre
comercio jamás firmado entre ambos países, una vez que el Reino Unido haya
soltado amarras con la UE, naturalmente. Sin disimular su entrometimiento, el aliado
americano proponía que se desentendiera de Europa para que se atara a EE UU y
priorizar, así, unas relaciones bilaterales que sustituyeran el
multilateralismo que predica Europa. Solos y desunidos en vez de compartir el
proyecto común europeo. Y, si no se produce un milagro, el Reino Unido de Boris
Johnson va a seguir el consejo y abandonará la Unión Europea, gracias a la
labor de los euroescépticos y los populistas, cuyas promesas saben ganarse a
los descontentos e insatisfechos en nuestras “líquidas” sociedades modernas.
Pertenecer a un club, como es la Unión Europa, sin disfrutar
de privilegios no les parece ventajoso a los renegados ingleses que se disponen
a dar el portazo. Y para justificarse, aseguran que todos los problemas de Gran
Bretaña son por causa de su adhesión a la UE. O de los otros, los demás, los de
fuera, focalizados en el inmigrante, la globalización, las decisiones de
Bruselas, una diversidad que nos hace temer por la propia identidad, etc. Es el
argumentario de todos los populismos ultranacionalistas, de izquierdas o
derechas, con sus promesas de soluciones simples para los complejos problemas
que afectan a sus naciones, y que, sin tener que demostrar su viabilidad,
consiguen atraerse a los indecisos, a los castigados por todas las crisis
(política, económica, social, religiosa, cultural), a los parados, a los
xenófobos y hasta a los que predican la “esencia” racial y cultural de la que
se erigen valedores.
El premier inglés ha sabido manejar el oportunismo
populista y la manipulación descarada para ganarse el éxito en esas elecciones.
Y no ha dudado en hacer uso de la mentira para conseguir sus propósitos, como
ya venía haciendo desde que era un simple periodista contrario a la Unión
Europea. Va a hacer ahora como primer ministro lo que hacía como periodista, cuando
era corresponsal en la Capital europea: no dejar que los hechos le estropearan
su relato. El cúmulo de invenciones y mentiras de su historial periodístico haría
avergonzar a cualquier estudiante de Comunicación. A él le ha servido para
transitar desde el euroescepticismo a Downing Street, sin cambiar de estilo y
sin despeinarse, si esto último no fuera un sinsentido.
De ahí que, entre sus objetivos, figure también, junto al
Brexit, “tener a raya” a la BBC, el ente público audiovisual inglés de sobrada
reputación por su neutralidad informativa y calidad técnica. Y es por ello, por
esas cualidades profesionales, que Johnson ha ordenado que ninguno de sus
ministros acuda a un programa informativo de Radio 4, una de las emisoras de la
corporación. No perdona que la BBC no expresara un apoyo menos neutral a su
candidatura y al Brexit. Vamos: que no se aviniera a manipular como él solía en
sus tiempos de reportero. Y que fuera públicamente puesto en evidencia cuando un
prestigioso entrevistador de la cadena le reprochó en directo, señalando todas
las preguntas que pensaba formularle, que no hubiera querido participar en el
programa, como hicieron los demás candidatos. Boris no fue porque sin demagogia
y bulos no sabe responder a quien no se deja engañar con artificios verbales.
Pero es lo que han votado los ingleses, atrapados en el
barrizal de las mentiras del Brexit y seducidos por la capacidad manipuladora
de un oportunista populista. Por muchas promesas patriótico-populistas que
haga, ahora tendrá que bregar con la realidad que entraña una nueva relación
del Reino Unido con la UE, un futuro acuerdo comercial, otros tratados de
defensa y seguridad, reelaborar intercambios educativos, financieros y empresariales,
coordinar la protección de datos, etc. Ahora queda lo difícil y que difiere de
aquellas exageraciones sobre la rapiña de Europa, los burócratas de Bruselas, las
cesiones de soberanía, los mercados encorsetados y tantas otras patrañas aireadas
para camuflar motivaciones ideológicas de los que están decididamente en contra
del proyecto común europeo, aunque beneficie a sus países. Con el Brexit, la elección
de Boris Johnson y la desinformación de la que se valen, percibimos con
claridad las intenciones de estos populismos oportunistas y a lo que debemos enfrentamos
en nuestras confiadas democracias. Vemos cómo nos manipulan y mienten.
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