El otoño deja, en su despedida, un rastro de hojas secas que
flotan en los charcos que han provocado los temporales. Viento y lluvia para un
adiós que tiñe de gris el cielo, despeina a los árboles y anega campos y
pueblos con los ríos envalentonados y henchidos de orgullo. Todo un alarde de
vitalidad cuando la temporada toca a su fin y los fríos ya asoman por los picos
altos de las montañas para crear el escenario níveo de las postales navideñas.
Reacio a su partida, la estación se empeña en hacerse notar en los estertores
de su agonía, brindándonos la oportunidad de conocer su furia postrera y el encanto
de una belleza marchita, como el de esas hojas que navegan a la deriva en los
charcos callejeros. Es el adiós del otoño.
(Fotografía del autor. Sevilla, diciembre 2019)
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