Ya lo advertíamos en comentarios anteriores acerca del
comportamiento de Israel contra los palestinos que se manifestaban en la
frontera de Gaza durante la llamada Gran Marcha del Retorno para reivindicar el
regreso de los refugiados que abandonaron sus tierras tras la creación del Estado
judío. Lo denunciábamos cuantas veces fue necesario cada vez que se producía la
muerte de un manifestante desarmado por disparos de francotiradores el Ejército
israelí contra la multitud en un enfrentamiento tan desigual como espeluznante.
Los muertos los ponía siempre un bando, el de los civiles desarmados; los
verdugos, el otro. Ahora, un informe de una comisión de investigación de la ONU
determina la existencia de “indicios racionales de violaciones de los Derechos
Humanos y de la ley humanitaria internacional, en algunos casos constitutivas
de crímenes de guerra y contra la Humanidad”. No había que ser un lince para
percatarse de que aquello era una carnicería impropia de un país democrático y
con un pasado de persecución y exterminio.
Era evidente la innecesaria crueldad en la actuación
represora del Gobierno sionista contra el pueblo palestino en su intento, no
sólo a la hora de enfrentar una manifestación cerca de la frontera de la Franja
de Gaza, sino de confinar y disolver a los palestinos en espacios cada vez más
reducidos y rodeados de asentamientos de colonias judías que acabarán
conquistando demográficamente en su totalidad lo que fue Palestina hasta la
creación del Estado de Israel. Una actuación tan agresiva como ilegal por
cuanto viola resoluciones de la ONU e ignora acuerdos internacionales para la
resolución del conflicto mediante la propuesta de dos Estados, que Israel se
niega aceptar.
Pero su comportamiento matón contra los palestinos se vio exacerbado
con la actuación del Ejército israelí durante las protestas realizadas todos
los primeros viernes de cada mes, desde el 30 de marzo al 31 de diciembre de
2018, que produjeron un balance, según el citado informe, de 189 palestinos
muertos, entre ellos 35 menores, dos periodistas y tres sanitarios, y más de 6.100
heridos. Muertes y lesiones producidas por disparos del Ejército contra
manifestantes civiles, desarmados y que no mantenían actitudes hostiles y, por
tanto, no representaban ninguna amenaza para el Estado el Israel. De ahí que se
creara una comisión, en mayo pasado, dirigida por el jurista argentino Santiago
Cantón, exsecretario de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, para investigar
las eventuales responsabilidades del Ejército israelí al abrir fuego contra
manifestantes. El informe elaborado acaba de ser presentado ante el Consejo de
Derechos Humanos de la ONU, con sede en Ginebra, y será decisión de la Alta
Comisionada de la ONU de elevarlo ante la Corte Penal Internacional.
En abril del año pasado mostrábamos nuestra indignación por
el grado de vileza con que actuaba el Gobierno de Israel contra el pueblo
palestino sin que la ONU o la Corte Penal Internacional intervinieran. Con sus
pasos lentos, la Justicia parece ahora responder ante una masacre cometida a
ojos de todo el mundo y que sólo los pusilánimes denunciábamos continuamente
mientras los muertos seguían cayendo del lado de los palestinos. No nos
sentimos satisfechos que se reconozcan aquellos hechos porque, aunque la Corte
Penal condene a Israel, quien ya ha calificado el informe de la comisión de “mentiroso
y parcial”, la justicia llegará tarde para los muertos, el conflicto seguirá
existiendo e Israel continuará comportándose casi como los nazis: eliminando a
ciudadanos palestinos con cualquier excusa y expulsándolos poco a poco de sus
tierras, sin prestarse a encarar una solución definitiva de la situación que
pasa por el cumplimiento de las resoluciones de la ONU, el respeto de las
fronteras en ellas establecidas y el reconocimiento de la existencia de dos
Estados que han de convivir de manera pacífica y colaboradora.
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