Los meteorólogos informan, con datos que calculan los astrónomos,
que a las 22 horas y 58 minutos de ayer llegó la primavera, aunque
climatológicamente venimos sintiendo sus caricias cálidas bajo esa luminosidad que
hace brillar el cielo desde hace días. Los expertos, con precisión
científica, acotan a 92 días y 18 horas la duración de una estación en que las
flores estallan de color y de deseos los cuerpos, sin darse cuenta de que la Naturaleza
no conoce ni respeta más rigor que el que imponen la savia y las hormonas en
unos organismos que se desperezan con los efectos de la luz y el calor. Y esa
luz y ese calor ambiental se han adelantado a las fechas exactas de los
expertos, permitiendo que la primavera releve con anticipación al invierno, para
alborozo de una vida que se renueva cíclicamente. Sólo los seres humanos, dotados de una
inteligencia no sometida a los instintos, son reacios a que las estaciones modifiquen
su conducta, pero dejan que el egoísmo les impida convivir de manera pacífica y
en solidaridad. Las caricias de la primavera no influyen en el odio y las
guerras de quienes tienen consciencia de su existencia, pero no del mal que generan.
¡Qué envidia de las flores! ¿Por qué no podemos vivir juntos? Santana y Winwood.
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