martes, 12 de marzo de 2019

Apresurados


Vivimos tiempos de tanta celeridad que hasta el clima se apresura. Todavía no ha finalizado el invierno cuando marzo se comporta ya como si fuera mayo y las plantas, engañadas, comienzan a ofrecer sus flores a un sol tan impropio como inseguro. El refrán recoge esta paradoja climática al prevenirnos de que, cuando marzo mayea, mayo marcea y los fríos y las lluvias todavía pueden sorprendernos en mangas cortas. Pero el engaño es tan convincente que las hasta rosas exhiben sus pétalos ruborizados a la benignidad de unos días tan templados que recuerdan el verano, como si las estaciones sucumbieran a esa carrera por adelantarse y aturdir a una naturaleza acostumbrada al fluir cadencioso e imperceptible del transitar del tiempo. Una vorágine que nos conduce a otoños veraniegos e inviernos primaverales que en los parterres enloquece a las plantas y hace confluir a gente en zapatillas o con abrigos en las calles. Todos -clima, naturaleza, personas-, apresurados por adelantarse a un destino que, por mucho correr, no es posible esquivar.    

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