Y es que la irrupción sorprendente, por inesperada, de la
extrema derecha, con peso en el panorama político andaluz como para condicionar
la gobernabilidad de la región, ha cogido a todos a contrapié, salvo al
perdedor manifiesto de las elecciones, a un Partido Popular que, con tal de pilotar
el Gobierno de la Junta de Andalucía a cualquier precio, no hace ascos a ser
apuntalado por Vox, el grupo kukuxklán
del extremismo filofascista español, al que el líder nacional del PP, Pablo
Casado, ha ofrecido ya conserjerías y otras prebendas institucionales si
permite que Juanma Moreno, el
candidato que perdió las elecciones andaluzas, se siente en San Telmo, sede del
Ejecutivo regional. Desde el mismo instante en que se conocieron los
resultados, el Partido Popular celebró con incontenida euforia la aparición en
el Parlamento andaluz de la facción extremista de ultradrecha que podría
permitirle, contando con el apoyo de Ciudadanos, abatir a una presa que siempre
se le ha resistido: gobernar en Andalucía.
Líderes de Vox, PP, Cs, PSOE y AA. |
Sin embargo, Ciudadanos, la marca conservadora emergente con
barniz liberal y centrista que, en realidad, ha sido la única fuerza que ha
crecido en votos y doblado su representación parlamentaria, no parece dispuesta
a ceder al PP el sillón de Andalucía por mucho que su objetivo en campaña fuera
el de desalojar a los socialista del gobierno. Tampoco acepta negociar con la
ultraderecha ningún acuerdo al respecto, aunque no reniega de sus votos, sin
contrapartidas –al menos, eso dicen-, imprescindibles para investir a su
candidato, Juan Marín, como presidente de la Junta. PP y Ciudadanos porfían,
así, por conquistar el Gobierno andaluz y ninguno parece estar dispuesto a
facilitar el triunfo al otro, a pesar de que los tres partidos conservadores,
incluyendo a Vox, confieren mayoría a la bancada de la derecha en el Parlamento
de Andalucía. Las negociaciones, por tanto, según Ciudadanos, serán largas y
complejas.
Los socialistas, ganadores de los comicios pero sin mayoría para
tener opción de gobierno, digieren el batacazo que, por primera vez en 36 años,
los manda a la oposición en Andalucía, feudo tradicional del PSOE. Admiten el
varapalo, pero se muestran determinados a intentar retener las riendas de un
Ejecutivo que durante todo el período democrático ha sido socialista. Ahí
radica, precisamente, una de las causas de su derrota: su permanencia en el
poder durante décadas, sin que la Comunidad, a pesar de los avances y mejoras
conseguidos en el nivel de vida de los ciudadanos, consiga desprenderse de los
lastres –desempleo, escasa industrialización, calidad de la enseñanza e
infraestructuras- que la anclan en los últimos escalafones del desarrollo en
España. El acuerdo de investidura suscrito entre PSOE y Ciudadanos acabó
abruptamente meses antes de finalizar la legislatura, dando origen a estas
elecciones de resultados tan adversos para los socialistas. Sólo la abstención
de Ciudadanos, que insiste en su propósito de expulsarlos del poder, podría
posibilitar que retuvieran el Gobierno de la Junta de Andalucía, contando para
ello con los votos favorables de Adelante Andalucía, la confluencia de Podemos
e Izquierda Unida, que también perdió votos y escaños. La simple alianza de las
izquierdas no sería suficiente para construir una oferta de gobierno frente a
la mayoría parlamentaria de la derecha. Pero si el pacto entre ellos, es decir,
entre PP, Ciudadanos y Vox, resulta inviable, por la negativa de los dos
primeros a dejar gobernar al contrario aun contando con el apoyo de la
ultraderecha, la perspectiva de nuevas elecciones emerge como única posibilidad
para superar el bloqueo al que estaría abocado el Parlamento.
Es por tal razón que, tanto PSOE como Ciudadanos, podrían
valorar una repetición de las elecciones como alternativa a la imposibilidad de
alcanzar acuerdos que permitan garantizar la gobernabilidad en Andalucía. Ambos
estarían interesados en unas nuevas elecciones que mejoren los resultados
obtenidos en la actualidad, claramente insuficientes para las pretensiones de
las dos formaciones: una, para mantenerse en el poder; y la otra, para dar sorpasso al PP y, si fuera posible,
acceder al Gobierno como partido más votado. Y las dos fracasaron en ese
empeño. La alta abstención, sin duda, les afectó, dificultando la obtención de
los escaños pertinentes a tal fin.
Pero, también, porque la incertidumbre que instala en el
panorama andaluz la presencia de un partido xenófobo, machista, contrario al
Estado de las Autonomías, que pretende revocar leyes que promueven la igualdad
de la mujer y contra la violencia de género, cerrar el canal de televisión
autónomo, impedir que la Ley de Memoria Histórica restituya la dignidad de las
víctimas que todavía yacen en cunetas y fosas comunes, y que tacha de
delincuentes a los inmigrantes, tal miedo e incertidumbre podrían motivar la reacción
activa de los ciudadanos para combatir con votos, y no mediante inútiles
manifestaciones o concentraciones, el peligro que representa Vox en las
instituciones, donde nunca ha estado. El previsible aumento de la participación
podría favorecer a PSOE tanto como a Ciudadanos, convirtiéndolos en diques de
contención fiables de los embates de la ultraderecha, a la que tan alegremente
se ha adherido, por su obsesión en gobernar, el PP.
Parlamento de Andalucía |
Nadie ignora que la abstención ha estado alimentada
mayoritariamente por el desinterés del votante de izquierda, que no se ha
sentido motivado para acudir a las urnas, puesto que las encuestas daban por
seguro el triunfo de los socialistas. Unas repetición de las elecciones, ante
la situación desencadenada de franco peligro para las conquistas sociales
logradas, incentivaría la participación masiva de los electores. De igual
manera, la deriva hacia el radicalismo del Partido Popular podría decantar a
sus votantes moderados a la opción de Ciudadanos, que se define y comporta como
partido conservador y centrista, especular de la derecha democrática europea.
Incluso Adelante Andalucía, que no ha renovado los escaños
que ya tenía y mantiene serias diferencias con la dirigencia nacional,
dispuesta a pedir responsabilidades políticas por los magros resultados
obtenidos, podría ver con buenos ojos unas nuevas elecciones si así consigue
frenar el acceso de la derecha al poder en Andalucía, su explícito objetivo
antes y, más, ahora en esta coyuntura. Sólo el PP y Vox temerían otra
convocatoria a urnas que podría confirmar el derrumbe del primero y corrigir a
la baja la irrupción del segundo.
Sede del Gobierno de Andalucía |
Surge, por tanto, con cierta consistencia la alternativa de
repetir los comicios si la situación de bloqueo obstruye la formación de
Gobierno en Andalucía, una alternativa indeseada al principio, pero plausible
después, tras una valoración desapasionada de los resultados. Todo depende, en última
instancia, de Ciudadanos, y de su voluntad de no dejar gobernar al PP o a una
alianza de la izquierda. Veremos.
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