Cristóbal Montoro, ministro de Hacienda (Foto: EFE) |
No es un inocuo lapsus verbal ni una metáfora desafortunada
lo que ha escupido el ministro Montoro. No lo es porque tachar de borrachera o
despilfarro el gasto social, como suelen considerar a estas partidas desde la bancada
conservadora, denota prejuicios ideológicos y no dificultades financieras o contables.
El sustantivo escapado al ministro ha puesto al descubierto su pensamiento auténtico,
lo que piensa de verdad sobre el gasto social, acorde con la doctrina
neoliberal con la que profesa su ideología, tendente a “adelgazar” al Estado de la
“grasa” de servicios y prestaciones sociales que considera improductiva e
innecesaria, mediante recortes que se justifican con el subterfugio de la
sostenibilidad de las cuentas públicas. Sin embargo, no se esgrime la misma
reserva con el gasto en Defensa, por ejemplo.
Por eso, miente conscientemente el ministro, pues la “resaca”
de la crisis no la produjo el gasto social, sino la falta de control y la
avaricia del sistema financiero, cuyas deudas han sido sufragadas precisamente con
los recursos detraídos del gasto social y abonadas por los contribuyentes vía
impuestos. La borrachera vino con el rescate a los bancos, la elusión fiscal y la
evasión de capitales, y de esa generosidad con la que han sido tratados todos estos
sectores en comparación con la dispensada a los ciudadanos en dificultades, a
los autónomos y a la pequeña y mediana empresa. Una borrachera que ha provocado
que los menos pudientes hayan sido obligados a pagar las trampas de los afortunados,
gracias a aquel “tocomocho” por el que se transformó la deuda privada en
pública. De esta forma, el sistema financiero no se responsabilizó de su
“borrachera”, ni los bancos de sus excesos crediticios y de riesgo, ni el
Gobierno de la burbuja inmobiliaria que consintió que siguiera creciendo hasta
explotar, etc. Todas esas “borracheras” se achacaron al socorrido gasto social,
es decir, a los pensionistas, a la educación, la sanidad, las becas o la
dependencia. Para el Gobierno del Partido Popular, por boca de su ministro de
Hacienda, todos ellos fueron culpables de la crisis económica, por “vivir por
encima de sus posibilidades”, en ofensiva expresión demasiadas veces
pronunciada de manera impune, sin que se les caiga la cara de vergüenza. Un
“tocomocho” que están dispuestos a repetir con la deuda acumulada por las
autopistas en quiebra y la generada por la ineficaz regulación de las energías
renovables. Las pérdidas en todos estos sectores acabarán “socializándose”,
pero sus ganancias o los pagos en compensación quedarán en los bolsillos
privados de sus propietarios, con el beneplácito de un Gobierno que opta por “socorrer”
a los detentadores del capital en vez de a los ciudadanos, o estima más
importante la “confianza” de los mercados (a los que nadie elige) que la de la
población, incluyendo a sus votantes.
Miente descaradamente el ministro de Hacienda al sostener que
el gasto social aumenta en estos PGE de 2017, cuando en el Programa de
Estabilidad que remite el Gobierno a Bruselas reconoce que su porcentaje en el
PIB bajará cada año (del 28,6% en 2014, al 26,9% en 2017 y al 25,5% en 2020,
según desvela Joaquín Estefanía). Miente para no reconocer que la ideología
neoliberal que caracteriza a la derecha, a la que pertenece este Gobierno
conservador, no es partidaria del Estado de Bienestar ni de ninguna política tributaria
progresiva (que pague más el que más tiene) ni, desde luego, de que el Estado
intervenga para corregir desigualdades sociales o regular la actividad
económica en beneficio del interés general de los ciudadanos. De ahí que haga
todo lo posible, sin desenmascararse completamente, por reducir progresivamente
o suprimir todo gasto social con el pretexto de reducir el déficit o lograr la
sostenibilidad de unos servicios públicos cada vez más raquíticos en
financiación y prestaciones. Miente e insulta para esconder la verdad de unas
políticas claramente injustas y desproporcionadas que castigan a los más
indefensos, a los desfavorecidos condenados a no esperar ninguna ayuda del
Estado porque ello no es rentable y supone un “gasto” insostenible a las arcas
públicas. Y la mejor manera de expresarlo que ha hallado Cristóbal Montoro es
la de tildar de “borrachera” ese gasto social que tanto desprecia la derecha,
cuando la ebriedad más repugnante es la que nubla a este Gobierno con su
sumisión al Capital y su afán por empobrecer a trabajadores y clases medias de este
país. Y por su irrefrenable tendencia a la corrupción. Eso sí que es estar
ciego con borrachera de campeonato.
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