Día de la
Madre, efeméride comercial donde las haya, para cumplir con ese
impulso filiar de expresar a quien lo engendró y le dio vida una gratitud que
se sustancia con un frasco de colonia, un pañuelo o un cupón de lotería, como
conmina la publicidad. Nada que ver con el invisible lazo sentimental que,
todos los días del año, se manifiesta cuando una madre despide o recibe a su
hijo entregándole un beso sin recompensa, sin obedecer a ninguna estrategia de
márketing y, a veces, con el desagrado de quien esquiva tales muestras de
afecto. Madres que no merecen ningún día para sentirse felices de parir hijos
como frutos de su voluntad y amor, y no por exigencias de una sociedad mercantilista
que acostumbra a sus miembros a obedecer consignas publicitarias. ¿Cómo se
comportarán en el futuro esos hijos de vientres de alquiler o gestación
subrogada? ¿A qué madre obsequiarán, si acaso, con unas flores? Avanzamos hacia
un mundo en el que nuestros sentimientos dependerán de estrategas que valoran
cualquier relación humana en función de su rentabilidad. ¡Feliz día!
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