En verano, cuando se dispone de más tiempo libre que muchas veces no sabemos en qué ocupar, podemos saldar esas lecturas pendientes con títulos que reposan en nuestras estanterías aguardando la ocasión propicia. Estos días que se dilatan en busca de alguna actividad que entretenga sus horas bien pueden dedicarse a satisfacer aquella curiosidad que nos llevó a adquirir determinados libros que, no obstante, conservan el secreto que se oculta en sus páginas. Que no nos han iluminado con la sabiduría que atesoran sus textos. Ni siquiera pudieron entretenernos con las aventuras que viven los personajes cuyas historias nos relatan. Todos ellos son libros que siguen intactos para ofrecernos el disfrute de su lectura con esa paciencia silente que sólo el polvo que los cubre delata.
Y los hay para todos los gustos y cualquier momento de la
jornada. Libros que prefieren ser leídos a primera hora del día, cuando la
concentración es plena y se asimila mejor su mensaje, como requieren los
ensayos. Y libros que nos distraen en cualquier oportunidad, ayudándonos al
relax de media tarde o al preludio del sueño por la noche, como sucede con las
novelas. Todo se resume en conocer nuestras preferencias y en descubrir el
momento más adecuado para saciarlas.
Este verano no sería completo si no viniera acompañado de libros. Dos están esperando ya en la maleta de las vacaciones y ambos son de la misma autora: Breve historia de la ética y Elogio de la duda, de Victoria Camps, filósofa española de sobrado prestigio que, aún estando jubilada, sigue brindándonos títulos que enseguida son devorados por los amantes de la dimensión ética del ser humano y del conocimiento. Gente que, incluso de vacaciones, no deja de asombrarse por los interrogantes que plantea la inteligencia y sigue pensando que estamos aquí para algo y actuamos también por algo, no sólo por mero instinto. Me las prometo felices sumergido en estas lecturas y debatiendo estas cuestiones.
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