En recuerdo de todas las víctimas de nuestra barbarie y de la naturaleza, con permiso de Galeano.
Los nadies se ahogan en barcas atiborradas con las que intentan cruzar a la otra orilla del mediterráneo en busca de alguna escapatoria a una muerte de la que huyen y que los embosca en el fondo del mar; los nadies mueren sepultados por terremotos que sacuden las montañas más altas del planeta para derribar las chozas de los humildes, no los palacios de los poderosos, y aplastar bajo los escombros sus sueños de futuro; los nadies son apaleados sobre las vallas a las que trepan para que pierdan sus ansias de libertad antes de ser expulsarlos a sus infiernos de origen; los nadies nos hacen sonrojar de vergüenza cuando tropezamos con sus tragedias antes de cambiar de canal y de alma; los nadies son los destinatarios de cuantas calamidades e impiedades antojan la naturaleza y un desorden mundial para demostrar su fuerza y sinrazón; los nadies y sus infortunios revelan nuestra auténtica condición inhuma y egoísta. Los nadies somos nosotros con menos suerte y más dignidad.
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