Las elecciones andaluzas representan el inicio de un cambio, el punto de inflexión que nos hace transitar hacia una realidad insólita en el escenario político no sólo regional, sino también nacional: el fin de la hegemonía de dos únicas ofertas que se alternaban el poder. Estos comicios nos traen el fin del bipartidismo en España y la instauración de la fragmentación en el Parlamento andaluz. Nos abocan a otra forma de hacer política, menos monolítica y más dialogante, actitudes obligadas por la necesidad de alcanzar acuerdos para poder llevar a cabo la acción de gobierno.
Nuevos partidos emergen con fuerza suficiente para desplazar
a las grandes formaciones tradicionales en el monopolio del poder y con
capacidad para arrebatarles la confianza de los ciudadanos, hartos de una
alternancia que mantiene intacto el modelo económico y social que privilegia a
los poderosos y pudientes. Será Andalucía, primer asalto electoral, donde
se podrá constatar lo que las encuestas vienen
anunciando reiteradamente: la formación de un Parlamento multicolor, un
arcoiris parlamentario constituido por, al menos, cinco partidos sin que
ninguno detente la mayoría absoluta. PSOE, PP, Podemos, Ciudadanos, IU y UPyD
son los candidatos a estar representados entre los 109 diputados regionales que
se elegirán dentro de dos semanas. Hoy toca hacer algunas valoraciones de esos
nuevos partidos emergentes que también utilizan estas elecciones como campo de
pruebas de su implantación entre las preferencias políticas de la ciudadanía.
Aquí miden su musculatura electoral.
El partido que en las encuestas aparece con mayores
posibilidades entre los emergentes es Podemos, la formación liderada por Pablo
Iglesias y que de manera imparable ha sabido atraer el aprecio de los desencantados
e indignados con una forma de ejercer la política de espaldas a la gente y como
medio de vida de los profesionales que la parasitan, lo que Podemos denomina
“casta”. La devastación producida por la crisis económica entre las capas más
vulnerables de la población y los escándalos de corrupción que, como una
gangrena, corroe el sistema de partidos y las instituciones, han facilitado el
surgimiento de nuevos referentes para una población hastiada, desconcertada,
frustrada, desilusionada y huérfana de proyectos y esperanzas. Esas carencias y
necesidades explican en parte el fenómeno populista, sumamente atrayente, de
Podemos y, en menor medida, de Ciudadanos.
Casi sin tiempo para organizar su estructura en la Comunidad , Podemos logra
presentar una candidatura encabezada por Teresa Rodríguez-Rubio, integrante de
Anticapitalistas, la formación trostkista que apoyó a Podemos en las pasadas
elecciones europeas. Con un ideario apenas esbozado, esta formación consigue
aglutinar la atención de muchos de los votantes que muestran desapego de los
dos grandes partidos tradicionales y de aquella izquierda dispuesta a conformarse
con figurar como atrezzo en el decorado. No es de extrañar, por tanto, que las
encuestas pronostiquen una cuota del 21 por ciento de los votos, lo que
convierte a Podemos en la segunda fuerza del futuro Parlamento andaluz, por
delante el Partido Popular. El gran perjudicado de esta irrupción sería
Izquierda Unida, cuyos seguidores y votantes más “radicales” optan por los
nuevos cantos de sirena del nuevo partido antes que por la fidelidad al
comunismo más pragmático de su antigua morada. También el PSOE, pero en menor
medida, pierde votantes a favor de Podemos.
Ciudadanos, en cambio, más que utopías ofrece mesura,
sensatez y modernidad al votante de centro-derecha, incómodo con un PP intransigente
en lo moral, retrógrado en lo social y liberal en lo económico. Esta formación
busca ser alternativa al populismo y el bipartidismo. Sin apenas infraestructura
en la región, Ciudadanos se ve beneficiado por los deseos de cambio que desatan
estas elecciones anticipadas y su candidato a la Junta de Andalucía, Juan
Marín, un concejal de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) que apoya el gobierno
municipal del PSOE, se declara “sin programa y sin ideología”. Dice perseguir
que las cosas funcionen y guiarse por el sentido común. Los sondeos le
adjudican un 7 por ciento de sufragios, con el que lograría entre 6 y 8
escaños en el antiguo Hospital de las Cinco Llagas, sede del Parlamento de
Andalucía. Quien peligra con la creciente tendencia al ascenso de Ciudadanos es
el Partido Popular, al que las encuestas señalan como el más perjudicado en
estas elecciones, con una pérdida de más de 10 puntos porcentuales. Esta
formación, que lidera Albert Rivera con un mensaje regeneracionista, tiene a
diferencia de Podemos “experiencia” política, pues dispone de
representación en el Parlamento de Cataluña, donde surgió hace nueve años, y en
la Cámara
europea. Es un partido emergente, pero no tan nuevo, y que ahora, desde Andalucía,
persigue su consolidación nacional.
Justamente Ciudadanos también ha desbordado a Unión Progreso
y Democracia (UPyD), el partido de Rosa Díez que desea un Estado simétrico en
el que todas las regiones tengan los mismos derechos y deberes, y al que las
previsiones demoscópicas otorgan una presencia testimonial, de uno o dos
diputados, en el Parlamento andaluz. Su candidato, elegido en primarias con más
del 60 por ciento de las papeletas, el abogado Martín de la Herrán , es el único que
repite cartel, pues ya fue candidato en las elecciones de 2012. Su empeño es
que los ciudadanos vuelvan a confiar en la clase política y echar a los
corruptos de las instituciones.
Todos ellos tienen en sus manos responder a las demandas de
la gente, que la última encuesta del CIS (Centro de Investigaciones
Sociológicas) dejaba meridianamente claras: el paro, la economía, la
corrupción, la sanidad, la educación y la vivienda. Por ese orden. Todos ellos
prometen medidas de transparencia, regeneración y limpieza. Todos abogan por el
empleo y la recuperación económica. Todos se comprometen acabar con la
corrupción y los chanchullos, a dejar de mirarse el ombligo y atender a quienes
les pagan el sueldo, los ciudadanos. Parece ser que se acabaron los rodillos de
las mayorías absolutas y todos dependerán de todos, vigilándose mutuamente,
controlándose entre ellos, para dar cumplida cuenta de lo pactado, servir a la
ciudadanía y dedicar todo el tiempo de su actividad para lo que fueron
elegidos, resolver los problemas que bien saben diagnosticar (como demuestran
en campaña) y tan mal solucionar. Ahora se abre un tiempo nuevo en que todos
estos partidos y sus candidatos podrán demostrar ser merecedores de la
confianza y el voto de los andaluces, demostrarnos la sinceridad de sus
promesas y la honestidad y valía de una función: la del político dedicado al
servicio público. Es la hora de los ciudadanos en este primer asalto de un año
electoral denso e incierto. Exijámosles y exijámonos responsabilidad.
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