No es prosa poética, sino los adjetivos que transforman el
relato de la actualidad en emociones. La impresión que produce contemplar que
los reyes dejan de ser símbolos intangibles para sucumbir a las ambiciones
mortales de la carne y la avaricia de las pasiones. Donde los inmensamente
afortunados rechazan cualquier tributo solidario con la sociedad a la que esquilman
y abandonan a su suerte una vez saqueada. No es poesía, sino el llanto quejumbroso
de unos tiempos en los que la libertad es un valor mercantil y los pueblos, clientes
seducidos por el consumo, sin derecho a soberanía. Es la melodía que
acompaña a la educación que demanda el empresario y la cultura que banaliza
toda aspiración emancipatoria. Es el sonido de unos tiempos tristes de apatía
vital y renuncia al futuro. Es el timbre del miedo que han logrado inocularnos.
martes, 15 de mayo de 2012
El timbre del miedo
Son tiempos tristes, de enorme confusión, que nos conducen
al desconcierto y la incertidumbre. Descubrimos atónitos que sin razón aparente
todo se derrumba, que los cimientos de nuestra confianza no eran sólidos y
provocan grietas en la seguridad con la que afrontábamos cada día, el próximo
minuto de cualquier proyecto. Perdidos los asideros, ningún paso consigue
evitar que se balancee la estabilidad que creíamos merecida y duradera. Lo que
era tierra firme se ha convertido de súbito en un pantano lúgubre inundado de
peligros, donde brotan amenazas tras cada sombra inquieta y cada sonido
lacerante. Una parálisis recorre con frialdad la espalda y nos inmoviliza en la
zozobra en medio de la representación. Y del espectáculo en el que participábamos
con ingenua mansedumbre nos expulsa la dureza de una realidad insensible y
ciega. Nada es lo que era y mucho menos lo que aparentaba. Ni siquiera nosotros
mismos. Ninguna predicción resulta ya válida y cualquier rumbo es temerario. Sin
máscaras y sin referencias, nos asusta la desnudez que nos hace vulnerables a
las inclemencias, propias y ajenas, y nos sume en la confusión y la vergüenza. Como
estas horas en que se derrumban aquellas certezas en las que basábamos nuestra
felicidad.
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1 comentario:
Muy interesante danie , Tienes razon al decir "Es el timbre del miedo que han logrado inocularnos."
Saludos.
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