Casi simultáneamente al lanzamiento de una segunda sonda
directamente hacia el Sol (que comentábamos en la entrada anterior), otra nave, que había sido lanzada en 2006, llegaba a
las cercanías de un asteroide de forma extraña -como un muñeco de nieve-, de no
más de 36 kilómetros de longitud, que se halla orbitando en los límites del
Sistema Solar, más allá de Neptuno, en lo que se conoce como el “cinturón de
Kuiper”, una zona poblada de escombros con formas y tamaños diversos, a más de
6.000 millones de kilómetros de la Tierra. Por aquellos límites exteriores también
orbita Plutón, rebajado a la condición de “planeta enano”, aunque sea el más
grande de los objetos que pululan por el espacio transneptuniano.
La New Horizons, que así se llama la nave de la NASA,
ha sobrevolado recientemente Arrokoth, un asteroide gélido y rojizo, formado
por dos grandes esferas irregulares unidas por un estrecho cuello, y que
anteriormente se conocía como Ultima Thule. La sonda “rozó” ese extraño objeto sideral
al pasar sólo a 3.500 kilómetros de su superficie, distancia suficiente para
que las cámaras y demás instrumentos de la nave pudieran fotografiarlo y hacer otros
estudios más detallados que desde la Tierra. El asteroide es tan pequeño que tiene
una fuerza de gravedad muy leve, unas mil veces menor que la de la Tierra. Su
superficie es lisa y presenta pocos cráteres por impacto, por lo que los
científicos creen que esta “roca” ha debido permanecer tal y como se formó en
sus inicios, lo que podría aportar información sobre cómo se formaron los
planetas y el propio Sistema Solar. Su color rojizo señala la presencia de
compuestos orgánicos, como el metanol, lo que explica la detección de hielo de
metano, pero no de agua. Dada su distancia del Sol, es un cuerpo sumamente frío
y con la particularidad de que describe una órbita circular, no elíptica como
la de otros objetos del cinturón de Kuiper, lo que indica que no se ve afectada
por la de ningún planeta. Todo ello convierte a Arrokoth en una especie de
cápsula del tiempo con la composición original del Sistema Solar. De ahí el
interés que despierta ese peñasco en los confines del Sistema Solar.
Pero eso no es todo. La nave New Horizons puede
seguir alejándose del cinturón de Kuiper y adentrarse en el espacio
interestelar, más allá del Sistema Solar. La sonda dispone de energía para seguir
activa -y enviando datos- durante, al menos, una década más de tiempo, en la
que podrá hacer muchos descubrimientos. ¿Qué hallará? El estudio cada vez más
profundo de nuestros “alrededores” en el espacio, tanto hacia el interior -el
Sol- como hacia el exterior -los límites del Sistema Solar-, nos reportará un
mayor conocimiento de la formación de los planetas y una mejor comprensión sobre
cómo surgió este “hábitat” en el que la vida se ha desarrollado hasta ser
consciente de su existencia. Y es que el ánimo que empuja al ser humano a la
ciencia es, simplemente, la ignorancia. Porque sabe que no sabe apenas nada de
cuanto le rodea. Por eso se adentra hasta donde le permite su conocimiento y
técnica: hacia el interior de un átomo como hacia el espacio profundo del Universo.
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