domingo, 16 de febrero de 2020

…y, otra, hacia los confines del Sistema Solar


Casi simultáneamente al lanzamiento de una segunda sonda directamente hacia el Sol (que comentábamos en la entrada anterior), otra nave, que había sido lanzada en 2006, llegaba a las cercanías de un asteroide de forma extraña -como un muñeco de nieve-, de no más de 36 kilómetros de longitud, que se halla orbitando en los límites del Sistema Solar, más allá de Neptuno, en lo que se conoce como el “cinturón de Kuiper”, una zona poblada de escombros con formas y tamaños diversos, a más de 6.000 millones de kilómetros de la Tierra. Por aquellos límites exteriores también orbita Plutón, rebajado a la condición de “planeta enano”, aunque sea el más grande de los objetos que pululan por el espacio transneptuniano.

La New Horizons, que así se llama la nave de la NASA, ha sobrevolado recientemente Arrokoth, un asteroide gélido y rojizo, formado por dos grandes esferas irregulares unidas por un estrecho cuello, y que anteriormente se conocía como Ultima Thule. La sonda “rozó” ese extraño objeto sideral al pasar sólo a 3.500 kilómetros de su superficie, distancia suficiente para que las cámaras y demás instrumentos de la nave pudieran fotografiarlo y hacer otros estudios más detallados que desde la Tierra. El asteroide es tan pequeño que tiene una fuerza de gravedad muy leve, unas mil veces menor que la de la Tierra. Su superficie es lisa y presenta pocos cráteres por impacto, por lo que los científicos creen que esta “roca” ha debido permanecer tal y como se formó en sus inicios, lo que podría aportar información sobre cómo se formaron los planetas y el propio Sistema Solar. Su color rojizo señala la presencia de compuestos orgánicos, como el metanol, lo que explica la detección de hielo de metano, pero no de agua. Dada su distancia del Sol, es un cuerpo sumamente frío y con la particularidad de que describe una órbita circular, no elíptica como la de otros objetos del cinturón de Kuiper, lo que indica que no se ve afectada por la de ningún planeta. Todo ello convierte a Arrokoth en una especie de cápsula del tiempo con la composición original del Sistema Solar. De ahí el interés que despierta ese peñasco en los confines del Sistema Solar.

Pero eso no es todo. La nave New Horizons puede seguir alejándose del cinturón de Kuiper y adentrarse en el espacio interestelar, más allá del Sistema Solar. La sonda dispone de energía para seguir activa -y enviando datos- durante, al menos, una década más de tiempo, en la que podrá hacer muchos descubrimientos. ¿Qué hallará? El estudio cada vez más profundo de nuestros “alrededores” en el espacio, tanto hacia el interior -el Sol- como hacia el exterior -los límites del Sistema Solar-, nos reportará un mayor conocimiento de la formación de los planetas y una mejor comprensión sobre cómo surgió este “hábitat” en el que la vida se ha desarrollado hasta ser consciente de su existencia. Y es que el ánimo que empuja al ser humano a la ciencia es, simplemente, la ignorancia. Porque sabe que no sabe apenas nada de cuanto le rodea. Por eso se adentra hasta donde le permite su conocimiento y técnica: hacia el interior de un átomo como hacia el espacio profundo del Universo.

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