Isla Cristina (Foto del autor) |
En estos días anticipados de primavera con los que se
distrae un invierno desanimado, ha sido frecuente en valles y zonas húmedas
la persistencia de una niebla matutina que convertía en un difuminado blanco y
negro lo que eran, bajo un sol radiante, paisajes luminosos de luz y color.
Cubiertos por una perezosa neblina, el mar y el cielo se confunden blanquecinos, creando
una atmósfera fantasmagórica en la que acaban desapareciendo los barcos, las gaviotas y los
contornos del puerto. Una imagen pálida y gris no exenta de una belleza tan
insólita como cautivadora. Son los difuminados con los que una paleta natural modifica la cotidianidad para que no se nos antoje aburrida y sosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario