En este primer mes del año (que todavía no ha acabado), ya han sido asesinadas siete
mujeres en nuestro país a manos de una violencia machista que algunas personas
se niegan a reconocer, ocultando la realidad con el relato ficticio sobre una supuesta
violencia “intrafamiliar o doméstica”. Sin embargo, el cómputo de hombres
muertos por sus esposas o exparejas es tan insignificante que compararlo con el de
mujeres muertas por un machismo asesino resulta insultante y ofensivo. Los que
niegan esta evidencia insisten tanto en la mentira -como aconsejó Goebbels- que,
incluso, algunas mujeres dan su confianza y voto a partidos que desprecian la
realidad y no admiten que la mujer sea víctima de la peor de las desigualdades,
la que no reconoce su dignidad como persona y la considera un ser inferior. Una
cultura patriarcal y machista ha consentido durante siglos que la mujer sea
tratada como simple objeto a disposición y disfrute del hombre. Y que, por
lo tanto, pueda desprenderse y ser eliminarlo, incluso con el asesinato,
cuando no sirve o se revela. Es la actitud -asesina- que adopta el engreído
de su superioridad machista. Para estos obtusos a la razón, el feminismo -la
lucha por la igualdad en derechos de la mujer- es una peligrosa ideología
porque combate la discriminación que la mujer sufre por el mero hecho de ser
mujer, algo que los conservadores de las tradiciones -como el machismo en
nuestra sociedad- no son capaces de soportar ni tolerar, negando la realidad. Por
tal razón, los reaccionarios que intentan desacreditar o suprimir las políticas
feministas que persiguen la igualdad efectiva de la mujer (listas paritarias, colegios
mixtos, igual salario a igual trabajo, acceso a trabajos acordes con su
formación, etc.) y las de protección contra la violencia machista (amparo
judicial y policial, teléfonos de ayuda, casas de acogida, etc.), se ven en la
necesidad de recurrir a la falsedad, al bulo y a la abierta mentira para justificar
sus prejuicios y “vender” sus mensajes a la ciudadanía. No quieren aceptar que
la mujer sigue siendo víctima de una violencia machista reacia a desaparecer. Y
que se expresa, no como violencia intrafamiliar, sino como lo que es: machismo asesino. Si
no fueran tan obtusos, les bastaría este mes de enero para comprender que la
realidad ha vuelto a ponerse tristemente de manifiesto, contradiciendo sus
falsedades negacionistas sobre la discriminación criminal que soporta la mujer,
por razón de sexo.
Del mismo modo, es también falso y tergiversado que los
inmigrantes sean los culpables de todos los males que padecemos como colectividad.
Ni la delincuencia ni el desempleo ni el deterioro de los servicios públicos
son debidos a ellos, como proclaman los que exigen vallas, muros y ejércitos en
las fronteras para “impermeabilizar” nuestro país de quienes huyen del hambre,
la miseria o las guerras. Mientras los que se dedican extender bulos que criminalizan
hasta a los menores sin familia confinados en centros de acogida, propalando el
odio al migrante, el Jefe del Estado, a la sazón rey de España, durante los
actos celebrados en Jerusalén por el 75º aniversario de la liberación del campo
nazi de Auschwitz (Polonia), donde fueron exterminados 1.300.000 personas, pedía
al mundo entero, lo que incluye a nuestros “puristas” raciales, que había que “poner
coto al odio, la xenofobia y el racismo”. Entre lo expresado por el rey Felipe
VI y lo sostenido por esos negacionistas de la diversidad, existe la misma
distancia que entre la realidad y la mentira. Sin embargo, se empeñan los
xenófobos en manipular los hechos para intentar convencer a los ingenuos de que
limitando libertades y recortando derechos ganamos seguridad, necesaria para
“resolver” un problema que en realidad no existe, el de la migración. Al
contrario, los inmigrantes representan una oportunidad. Es lo que declara el flamante
ministro de Seguridad Social y Migraciones al asegurar que, sin una media de
270.000 migrantes anuales, de aquí al 2050, no se podrá garantizar el sistema público
de pensiones, debido al envejecimiento de la población. La realidad vuelve a
desmentir a los populistas xenófobos, quienes, no obstante, no dejan de irradiar
el miedo y el odio para ganar adeptos a sus mentiras, bulos y falsedades. Y
conseguir votos, a costa de pisotear los Derechos Humanos. ¡Ni la mujer ni el inmigrante
merecen respeto como personas!
La última falacia demagógica que circula con profusión es la
censura escolar, denominada eufemísticamente “pin parental”, que promueven los
mismos que despotrican del feminismo y practican el racismo. No quieren que en
las escuelas se eduque a sus hijos en el respeto a la igualdad de las personas,
la diversidad de la identidad sexual y la pluralidad social en cuanto a ideas,
creencias y costumbres, derechos todos ellos reconocidos y protegidos por la Constitución. Esgrimen los censores la defensa de la “libertad” de los padres a
elegir la educación de sus hijos, pero se guardan en señalar que a lo que
aspiran es someter la escuela al sectarismo de una ideología que es contraria a
los valores constitucionales de igualdad, tolerancia, respeto y libertad. Denuncian
alarmados un supuesto adoctrinamiento quienes, precisamente, persiguen adoctrinar
en las escuelas con ideas religiosas (respetables a título individual) y
valores sectarios (válidos como opción política) que hacen prevalecer la desigualdad de la mujer, la tutela moral
de la sociedad, la discriminación racial y la injusticia económica que condena los
pobres a la pobreza eterna, por condiciones de nacimiento. Se trata, pues, de
otro enfrentamiento que los propagandistas de bulos, falsedades y mentiras
mantienen contra las conquistas logradas en democracia y que posibilitan que la
educación sirva de “ascensor” social y ayude a emancipar a las futuras
generaciones de las ligaduras que nos mantienen atados a convencionalismos
trasnochados y a formas de pensar reaccionarias, excluyentes o discriminatorias.
La verdadera intención del “pin parental” no es dar “libertad” a los padres
para escoger una educación "a la carta" (podrían pagársela en colegios de élite), sino atacar a la enseñanza pública. Pretenden
que el Estado financie centros privados de educación que -¡Oh casualidad¡- imparten
esas asignaturas que “eligen” los padres para adoctrinar a sus hijos, sin
respetar el derecho de los niños a recibir una educación acorde con los derechos y valores
que consagra la Constitución. O que los colegios públicos se conviertan en
centros religiosos. La realidad, no obstante, vuelve otra vez a contradecir estas
mendacidades, porque el verdadero adoctrinamiento es presentar una creencia
como si fuera una verdad científica, impedir que los profesores ejerzan su
cometido y arrebatar al Estado su obligación de garantizar modelos educativos basados
en valores constitucionales que buscan conformar sociedades más libes,
plurales, diversas, abiertas, tolerantes, pacíficas y respetuosas. Sólo los
sectarios que están en contra de estos objetivos son partidarios del “pin
parental”.
Rechazan la pluralidad y la diversidad existente en la
sociedad como reniegan del cambio climático. Va en contra de sus intereses y
del capitalismo mal entendido. Que no se pueda explotar todo un bosque y ganar
dinero por respetar los árboles que contribuyen a fijar el dióxido de carbono
de la atmósfera, evitando ese calentamiento atmosférico que hace cambiar el
clima, no entra en sus molleras. No creen en la ecología, la sostenibilidad y
la salvaguarda del medioambiente. Chorradas. Para ellos, la contaminación es
progreso, las calles atascadas de coches es signo de vitalidad económica, el agotamiento
de recursos es capacidad productiva, el destrozo de formas y medios de vidas (para
animales y humanos) es libre comercio y poder empresarial, el empobrecimiento
de muchos es inevitable para la riqueza de pocos. Arrasar el planeta es incondicional
al emprendimiento… lucrativo de unos cuantos. Y esos cuantos, siempre los
mismos, son los que reniegan del ecologismo, la solidaridad, el feminismo, la
educación en igualdad y tolerancia, y del bienestar de todos, porque les
perjudica. Todos son explotadores que están en contra de cuantos movimientos de
liberación emerjan en el mundo para la emancipación de los oprimidos y la defensa
de este barco en el que navegamos por el Universo. Y para engañar a todos,
recurren a los bulos, las falsedades y las mentiras. Se llamen como se llamen
(aquí, en Italia, Brasil o Estados Unidos, por citar algunos sitios donde logran
convencer), ya los vamos conociendo, aunque crean que con sus populismos ultranacionalistas
puedan seguir manipulando nuestra percepción de la realidad. Esta acaba
imponiéndose, no sólo por terca, sino por responder a la verdad.
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