Cartel de búsqueda de Diana Quer |
El asesino de la joven gallega Diana Quer, por fin detenido
e interrogado por la Guardia Civil
para que confesara y revelara el paradero del cadáver de la chica, es una
muestra de persona mala, sin causa ni excusa patológica. No es ningún enfermo,
no sufre ninguna dolencia psiquiátrica que le impulse a violar o matar, sino
que lo hace por mero placer y maldad. Tanto es así que, sintiéndose impune tras
17 meses de su última fechoría sin que la policía pudiera detenerlo por falta
de pruebas, intentó repetir su “hazaña” y secuestrar a otra joven de su área. Fue
su mayor equivocación, porque así confirmó todas las sospechas que recaían
sobre él, permitiendo incluso que, enfrentada a tales indicios, su esposa admitiera
la falsedad de una coartada que la convierte en cómplice.
Padre de víctima presencia búsqueda del cadáver. |
Es el caso del asesinato de la joven sevillana Marta del
Castillo, cuyo autor confeso se encuentra en la cárcel sin revelar dónde ocultó
el cadáver. Los padres de la niña no dejan de sufrir desde entonces por una
ausencia que ocupa todo el espacio y el tiempo de sus existencias, esperanzados
en un milagro y sin poder llevar flores a una lápida que no dejará de recordarles
que el mal existe, puesto que allí descansa una víctima inocente de dicha
maldad. Mientras el asesino duerme tranquilo en una cárcel, esos familiares de la
víctima apenas pueden conciliar el sueño sin pastillas ni pesadillas.
Fotografías de personas desaparecidas |
Y, como estos, muchos otros casos recientes evidencian la
plena vigencia del mal, de la pura maldad que anida en personas dispuestas a
secuestrar y matar a desconocidos o conocidos, familiares o no, sin motivo
aparente. Simplemente por causar daño y dar rienda suelta a sus instintos
bestiales. Como el de Mari Luz Cortés, la niña de cinco años, hallada en la ría
de Huelva, asesinada por un vecino. O Jeremy Vargas, el chaval de siete años
secuestrado en Gran Canarias y que sigue sin aparecer, aunque el presunto autor
del crimen esté entre rejas sin aclarar lo sucedido. O el del padre que mató y
quemó a sus hijos Ruth y José, de seis y dos años, respectivamente, por hacer
daño a la madre de la que se había divorciado. Incluso el de Rocío Wanninkhof,
la joven de 19 años que fue agredida brutalmente hasta causarle la muerte,
cuando regresaba a su casa en Mijas, Málaga, por el británico Tony King, que sólo
pudo ser arrestado y condenado años después, cuando ya había acabado con la
vida de una segunda víctima, Sonia Carabantes, en el pueblo de Coín, también de
Málaga.
También demuestra la existencia del mal esos hombres que
maltratan, pegan y asesinan a sus parejas o exparejas al no aceptar la ruptura
de la relación, trufada de abusos y amenazas. Se trata de una violencia machista de
la que el 80 por ciento de los casos no se denuncia por miedo o sometimiento de la víctima. O esas tres violaciones que se producen cada día en España y que
afecta a mujeres y niños, sin que la educación obligatoria ni el progreso
material logren erradicar esta lacra de la sociedad. O la maldad que impulsa a
proxenetas, pederastas y violadores de toda condición a satisfacer sus instintos
sin que ninguna causa orgánica ni psíquica los justifique, ni los daños
irreparables que ocasionan en sus víctimas los frene o el miedo a ser castigados
por la justicia los disuada. Lo hacen porque sí, por diversión o puro placer.
Como esos adolescentes que se dedican a mortificar y quemar mendigos que
duermen en los cajeros automáticos, en estaciones de metro o entre cartones en
medio de la calle. Raro es el día en que no se conoce un nuevo episodio de esta
violencia gratuita e irracional.
Hay que ser muy malo para hacer cosas así, pero se hacen y lo
hacen personas normales que disfrutan haciéndolo. Detrás de esos actos no hay ninguna locura,
ninguna psicopatía ni ninguna alteración patológica de sus conductas.
Simplemente, carecen de frenos morales, éticos o cívicos que sublimen sus
instintos. Es la maldad en estado puro lo que les hace sentirse fuertes,
dominantes y superiores ante sus víctimas, y por eso las atacan. Por ello es
necesario saberlo y no confiarse. Porque existe la pura maldad y habita entre
nosotros. Tened cuidado.
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