Al lado de la plaza y formando con ella el centro urbano, se
halla la Fuente
de los Doce Caños, por la que brota incesante el agua que la sierra destila a
través de manantiales subterráneos que allí emergen para dar nacimiento al
también coqueto Río Múrtiga, que desemboca, tras serpentear por la sierra, en
el municipio portugués de Barrancos, donde mezcla sus aguas con las del río Ardila,
afluente del Guadiana. Antes de emprender tan tortuoso viaje, unas acequias canalizan
las frescas y transparentes aguas hacia los “pagos” o caminos de riego, fincas
abajo, no sin antes acompañar con su murmullo un breve camino que sirve de
mirador del entorno y que está adornado de inscripciones en azulejos con versos
relativos al “habla” o voces serranas. Se trata del Camino de los Poetas,
homenaje de gratitud que la localidad brinda a sus líricos locales y a cuantos se
han sentido embaucados por ella, dejando cumplido testimonio en sus obras.
Y en lo más alto, dominándolo todo como pináculo rojizo
de un capirote de ladrillo, se yergue la torre de la Iglesia del Espíritu Santo
sobre el caserío encalado y el follaje de plantas y árboles que lo rodea. A su
vez, tabernas y casas de comida contribuyen con una gastronomía exquisita, que
tanto distingue a estos parajes, al encanto de un pueblo que no se cansa uno de
visitar. Pero no lo divulguen demasiado, no vaya ser que, de tanto
recomendarlo, acabemos también masificándolo.
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