Hoy, en nuestro país, como en otros muchos de nuestro
entorno, más que el Día del Trabajo lo que se conmemora es la ausencia de
oportunidades para trabajar, el continuo deterioro de las condiciones laborales,
la supresión progresiva de las garantías que protegían al trabajador y sus
intereses frente a la voracidad de empresarios y mercados, y la inestabilidad o
precariedad laboral y salarial que continuamente se imponen. El Día del Trabajo
festeja, hoy, la desnaturalización de un derecho constitucional que se pisotea
y se viola cada día: el derecho a trabajar. Por eso, el Día oficial del Trabajo
se antoja un día inútil, por muchas manifestaciones y discursos que se
organicen para la ocasión y los telediarios.
Y es que, desde que en 1889 la Internacional
Socialista declarara el 1º de mayo como Día del Trabajador,
en recuerdo de los obreros condenados a muerte en Chicago en 1884 por los
disturbios ocasionados durante unas manifestaciones que reivindicaban la
jornada laboral de ocho horas, lo que cada año celebramos es la pérdida de
conquistas laborales que materializaban ese derecho al trabajo. Trabajar ocho
horas en un empleo estable es, en la actualidad, no en 1889, un lujo que
disfrutan unos pocos privilegiados. Ejercer una actividad que se regule a
través de convenios colectivos, entre representantes laborales y empresarios en
pie de igualdad, es hoy una conquista derrotada por la ambición empresarial y
mercantil, y refrendada por una Reforma Laboral de un Gobierno que favorece ese
atentado contra el trabajador. El socorro que el Estado dispensaba al
desempleado ha sido reducido, hoy en día, en duración y cuantía, por el mismo
Gobierno que debía velar por el derecho al trabajo y proveer las prestaciones
sociales a esos desafortunados que son despedidos de sus empleos. En aras de
la riqueza privada de los detentadores del Capital, como son los bancos y el sistema financiero, se
sustraen recursos públicos que podrían destinarse a ayudar a los
desfavorecidos y golpeados, con la pérdida de sus trabajos y oportunidades, por
una crisis económica de la que no son responsables. Para colmo, hasta en la propia Constitución se hace prevalecer el pago de la deuda al reconocimiento de derechos y la prestación de servicios públicos. Todo un cúmulo de "conquistas" a celebrar este día.
En definitiva, en este Día del Trabajo se puede festejar también, entre otros,
el rescate a los bancos, la amnistía fiscal a los que se burlan de pagar
impuestos, la bondad con los corruptos que se mantienen en puestos institucionales y listas electorales y el empobrecimiento, en contrapartida,
de la población y los trabajadores, a los que se les exigen constantes y
permanentes sacrificios. Si esto es algo que merezca la pena celebrar, que vengan Rajoy y
Fátima Báñez a encabezar la manifestación. Ellos son, como presidente del
Gobierno y ministra de Trabajo, los que han posibilitado, con sus reformas y
recortes, este día tan maravilloso aunque completamente inútil… para el trabajador y el trabajo, a pesar de coincidir con el Día de la Madre y ser Domingo.
Todo un triunfo que merece ser celebrado.
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