La vida en España transita del susto a la siesta, del sobresalto a la parsimonia, de la preocupación a la desgana sin que nada se altere o cambie en el ambiente ni justifique una cosa o la otra. Seguimos igual que ayer después de estar inquietos con nuestros problemas para ser ahora absolutamente “pasotas” frente a los mismos. En el curso de pocos días, pasamos de gobernar un país sin presupuestos a conseguir unos que ignoramos cómo nos afectarán pero que ya sabemos que no obligarán a los bancos a devolver lo prestado en el rescate; de tener paralizado al Gobierno con una moción de censura que, en 48 horas, se disuelve en la nada sin arañarle ningún compromiso de mejora al cuestionado; y de ver a un histórico partido agriamente dividido que recupera una dirección que busca la coherencia en el monolítico pragmatismo de la homogeneidad para declararse de izquierdas. Mientras tantos, los espectadores de todas estas las luchas consiguen salir indemnes sin proponérselo aunque con rasguños de austeridad, rebajas salariales y podas de libertades. Tras tantos momentos históricos y trascendentales que agitaron nuestras rutinas, la vida continúa por sus fueros, dejando al pobre en su pobreza y al rico con su riqueza, mientras se representa el triste y eterno espectáculo del político con sus batallitas y corruptelas y el ciudadano con sus miserias cotidianas. Algo así es el resumen apresurado de lo que nos pasa, como la pena propia de un blues de Kaleo.
lunes, 19 de junio de 2017
Resumen apresurado
La vida en España transita del susto a la siesta, del sobresalto a la parsimonia, de la preocupación a la desgana sin que nada se altere o cambie en el ambiente ni justifique una cosa o la otra. Seguimos igual que ayer después de estar inquietos con nuestros problemas para ser ahora absolutamente “pasotas” frente a los mismos. En el curso de pocos días, pasamos de gobernar un país sin presupuestos a conseguir unos que ignoramos cómo nos afectarán pero que ya sabemos que no obligarán a los bancos a devolver lo prestado en el rescate; de tener paralizado al Gobierno con una moción de censura que, en 48 horas, se disuelve en la nada sin arañarle ningún compromiso de mejora al cuestionado; y de ver a un histórico partido agriamente dividido que recupera una dirección que busca la coherencia en el monolítico pragmatismo de la homogeneidad para declararse de izquierdas. Mientras tantos, los espectadores de todas estas las luchas consiguen salir indemnes sin proponérselo aunque con rasguños de austeridad, rebajas salariales y podas de libertades. Tras tantos momentos históricos y trascendentales que agitaron nuestras rutinas, la vida continúa por sus fueros, dejando al pobre en su pobreza y al rico con su riqueza, mientras se representa el triste y eterno espectáculo del político con sus batallitas y corruptelas y el ciudadano con sus miserias cotidianas. Algo así es el resumen apresurado de lo que nos pasa, como la pena propia de un blues de Kaleo.
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