Carles Puigdemont, a la izquierda |
Claro que tampoco es la única. Ya venía soportando otras complicaciones
que van dejando sin contenido el legado que pretendía transmitir a quien le
sucediera en el Gobierno, eventualidad que parece factible más pronto que
tarde. Y es que al lío catalán se suma el del Tribunal Constitucional con la anulación
de la amnistía fiscal que el Gobierno nunca quiso reconocer como tal pero con
la que perdonó a los defraudadores los impuestos y las multas que debieran
haber pagado por evadir capitales y no tributar por ellos. El responsable
directo del embrollo, el ministro de Hacienda Cristóbal Montoro, queda así muy
cuestionado por su medida estrella ante un Parlamento que nunca creyó las excusas
recaudatorias con las que se disfrazó un privilegio fiscal para que los ricos retornaran,
sin coste ni castigo, el dinero que tenían a buen recaudo fuera de España. La
oposición pide a coro su dimisión por una iniciativa anticonstitucional e
inútil fiscalmente, pero que al menos sirvió para poner rostro a algunos de
esos delincuentes acaudalados que, encima, alardean de patriotismo. Con Montoro
en la cuerda floja, las complicaciones acorralan a un Gobierno en minoría que
no sale de una para enfrentarse a otra.
Mariano Rajoy y Cristóbal Montoro |
Como la cosa siga así, desbaratando todo lo elaborado en los
últimos años cuando se disfrutaba de mayoría absoluta, la herencia de Rajoy
será de pena. Porque, con tal de conseguir los apoyos que le permitan mantenerse
en el poder, el Ejecutivo ha tenido que sacrificar la LOMCE , aquella ley de
educación, cuestionada por toda la comunidad educativa, que recuperaba los viejos
tiempos de las reválidas, las clases de religión y hasta las dificultades para
estudiar del pobre. Tal era, al parecer, el modelo que se quiso volver a implantar.
Al impresentable ministro que la impulsó, aquel José Ignacio Wert al que hasta
los estudiantes premiados se negaban saludar, lo consolaron con un destino
diplomático en Paris, pero su ley –de infame memoria- fue de las primeras en
ser derogada. No duró ni una legislatura. Una complicación que Rajoy asumió como
el precio a pagar para continuar en La Moncloa.
Lo mismo que se está haciendo con la
Ley Mordaza , la del miembro del Gobierno
que concedía medallitas a vírgenes y hermandades religiosas por sus méritos
policiales, pero que perseguía y multaba a los ciudadanos (estudiantes,
desahuciados, parados, etc.) que se habían creído que podían ejercer el derecho
a manifestarse y protestar en la calle. Era otra ley que nos devolvía a los
tiempos del palo y el tientetieso, hecha a medida de un ministro del Interior
que utilizaba su despacho y los recursos de su ministerio para maniobrar contra
adversarios políticos de Cataluña. Fue descubierto por unas oportunas
grabaciones anónimas por las que tuvo que comparecer a dar explicaciones en el
Congreso de los Diputados tras abandonar el cargo. En cualquier caso, otra complicación
que se suma a las demás. Ya queda por ser invalidada la única reforma que sigue
vigente, la reforma laboral, pero que tiene los días contados, exactamente los
que dure en activo el actual gobierno. Cuando se derogue, del paso de Rajoy por
el Gobierno sólo figurará para la historia la ristra de complicaciones en las
que enredó todo cuanto quiso hacer y deshacer.
Pero para complicación gorda, la que obligará al presidente
del Gobierno a sentarse en el banquillo del caso
Gürtel para testificar sobre la corrupción que existía en su propio partido
y de la que él, según esgrime, no se enteraba. No sabía nada, ni siquiera
cuando era el secretario general del mismo, pero el tesorero bajo sus órdenes
ha acabado con sus huesos en la cárcel por llevar esa contabilidad “creativa” que
servía para la financiación ilegal de la formación y el enriquecimiento ilícito
de unos cuantos listillos, gracias a las aportaciones “voluntarias” de empresas
y empresarios a cambio de contrataciones públicas. Rajoy insiste en desconocer la
existencia de ese entramado turbio a pesar de que las iniciales de su nombre
aparecen en los famosos “papeles de Bárcenas” como receptor de sobresueldos. Y
es que Rajoy es un lince esquivando verse acorralado por los casos de
corrupción que corroen a su partido desde hace mucho tiempo. Dispone de una
sorprendente capacidad para afirmar sin despeinarse que “todo es falso, excepto
alguna cosa”, que deja en la inconcreción de su léxico habitual. Será
sorprendente ver lo que testifica ante el juez todo un presidente de Gobierno
en activo, jurando decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad sin
que le tiemble el ojo izquierdo.
Pueden ser insolaciones, pero estos días de calor veraniego y tantas complicaciones encadenadas nos abocan a un tiempo de incertidumbres y a un otoño complicado y de máxima presión. Entre otras cosas porque, con tantas complicaciones, nada está decidido de antemano y las cartas siguen barajándose. ¿Qué nuevas complicaciones pueden surgir todavía? Que hasta un fiscal anticorrupción tenga que dimitir significa que no se ha hecho más que empezar a levantar las alfombras. Además, gobernando en minoría todo puede suceder, incluida esa moción de censura de Podemos, condenada al fracaso, pero que hará que todos se retraten como son y como piensan en realidad. Y es que con un calor que nos coge desprevenidos y con las meninges reblandecidas, y tantas complicaciones por doquier, el verano se presenta de aúpa y lleno de sobresaltos. Disfruten de sus vacaciones.
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