Hay rostros que, nada más mirarlos, irradian simpatía,
credibilidad, confianza y honestidad. Más tarde, al conocer el fruto de su
dedicación, descubres además que están sobrados de rigor, veracidad y
profesionalidad, talentos que se manifiestan en la bondad y sinceridad de una
mirada, de un gesto, de un rostro. Es lo que transmitía Concha García Campoy, la
periodista cuya imagen traspasaba las pantallas del telediario para, como una más
en la mesa, contarnos lo que pasaba en España y el mundo, o cuya voz llenaba
las tardes de entrevistas, noticias y comentarios con los mismos atributos que
caracterizaban su imagen: seriedad y honestidad. Los que la conocieron añaden
su ilusión y entrega al oficio y la camaradería y la amistad con las que trataba
a sus compañeros. Para quienes sólo vimos un rostro o escuchamos una voz, era
una mujer que nos acompañó durante un período imborrable de nuestras vidas,
comunicándonos de manera especial, desde la garantía que ella encarnaba, lo que
sucedía y nos interesaba conocer del entorno cercano o lejano. Ayer murió a los 54 años, víctima
de una grave enfermedad, una periodista que en cierto sentido influyó en mis ínfulas
periodísticas. Descanse en paz, compañera.
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