En este periodo ocioso de las vacaciones da tiempo para reencontrarse con viejas querencias que de alguna manera dejaron su impronta en la paleta que determina el color con el que se mira el mundo. Y lo que en su día fue puro divertimiento, hoy se transforma en el bagaje que afina nuestra sensibilidad y sustancia el criterio para juzgar el propio devenir. A veces, aquellas tendencias nos procuran incomodidad por convertirnos en extraños en la contemporaneidad, o nos llenan de satisfacción al permitirnos comprobar que abundábamos en lo que ha sido plenamente valorado y aceptado culturalmente.
Y no me refiero a las artes académicas y elevadas, sino a
las aficiones que de joven iban escorando hacia el cine, la literatura y la
música que una cultura de masas ofertaba con la posibilidad tangencial de
“educar” a quien supiera desgranar el grano de la paja. De esta manera, el
“gusto” que ayer te conducía en pandilla a disfrutar de una tarde de cine
adolescente, hoy te dispone al patio de butacas del teatro para escuchar el
concierto de una orquesta sinfónica. Incluso, de darse la casual conjunción de
no sólo escuchar música, sino de volver a reencontrar en el plazo de horas la
versión honestamente actualizada del filme que dio lugar a tales emociones.
Emoción que eriza la piel al escuchar a la Real Orquesta Sinfónica
de Sevilla interpretar música de cine, tocando al compás de Michael Giacchino,
junto al Coro de Ópera de Málaga, en el Teatro de la Maestranza de Sevilla,
bajo la dirección de Fernando Velázquez. Más de doscientas personas en un
escenario, entre los integrantes del coro y de la orquesta, para que la música
invadiera todos los sentidos y se introdujera por los poros hasta la fibra más
sensible de quien estaba, así, sobrevolando los paisajes sensoriales de su
juventud remota. Y es que Giacchino,
aparte de ganar un Oscar a la Mejor Banda
Sonora Original por Up en 2009, es el compositor de las bandas de la renovada
saga galáctica de Star Trek, una de mis series favoritas.
No es que ambas expresiones artísticas, música de cine y
filmes futurísticos de aventuras, sean obras de arte mayor, pero son lo
suficientemente creativas y complejas como para merecer, por un lado, el reconocimiento y la
atención de los grandes maestros que dirigen las orquestas que, con su
ejecutoria, preservan el acervo cultural de la música clásica y moderna de
calidad, y, por otro lado, renuevan en el presente el atractivo y el entusiasmo con
los que se habían entrenado estas películas en décadas ya pasadas.
Y para un amante de estas dos facetas, anteriormente del
divertimento y ahora de la cultura, este mes de julio ha deparado el mejor de
los júbilos: el reencuentro con esas viejas aficiones ya asentadas en los
“gustos” propios, el cinematográfico de aventuras galácticas y la música de
cine que tiene en Michael Giacchino a uno de sus más destacados, creativos e
inspirados compositores, del que tuvimos ocasión de escuchar el estreno
absoluto de una pieza especialmente creada para la última entrega de Star Trek.
¡Maravilloso!
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