viernes, 3 de febrero de 2017
Un latido inútil para un día feliz
Es inútil huir de uno mismo como imposible esquivar la propia sombra.
Por mucho que corramos, siempre estamos pisándonos los talones, ya sea en forma
de recuerdos que entornando los párpados o aspirando una bocanada de aire. Somos
lo que fuimos porque ignoramos lo que seremos, aunque permanezcamos inmutables:
torpes individuos incapaces de cambiar su vida ni eludir ningún peligro. Seres
tercos que tropiezan una y mil veces en la misma piedra hasta romperse las
piernas o hacer trizas el obstáculo. Buscamos refugio en los burladeros del
olvido sin poder evitar echar de menos una Antilla lejana del mismo modo que el
poeta añora una chopera o un viejo olmo centenario, todos siempre en su mitad podridos. Al final, nos disolvemos en la misma nada de la que surgimos sin
que nadie sospeche lo que dejamos: un tímido latido sin sentido, que de nada
sirvió. A pesar de todo, feliz día.
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