En los últimos días han sucedido muchos hechos susceptibles de ser glosados por cualquier comentarista de la actualidad. Todos interesantes e importantes. Y a todos los niveles. Andalucía, España, Europa, Oriente Medio o el mundo son los ámbitos referenciales donde se generan estos acontecimientos capitales para los intereses nacionales.
El más cercano e inmediato es el Congreso del PSOE andaluz, celebrado en Granada este fin de semana,
que ofreció votaciones “a la búlgara”, en el que todo fueron parabienes para el
aparato elegido y su nueva líder regional, Susana Díaz, con más del 90 por
ciento de aprobación. Produce vergüenza semejante unanimidad corporativa a la
hora de refrendar personas y políticas, sin apenas contestación por parte de
unos congresistas que ya habían consensuado entre bambalinas los asuntos
sometidos a votación. Eso no es democracia interna, sino dirigismo férreo por
quien se jacta de saber manejar “los
hilos” de los congresos socialistas, en los que cada “familia” espera conseguir
su cuota de poder orgánico. Tampoco es nada nuevo: ya Alfonso Guerra también
advertía en sus tiempos que “quien se mueva no sale en la foto”. A ver
ahora cómo la “renovación” encara el pedregoso camino hacia la recuperación de
su electorado y vuelve a recibir la confianza de los ciudadanos ante las citas
con las urnas de los próximos años. Entonces es cuando se validan todas las
estrategias.
También el Partido Popular tiene en Andalucía un reto peliagudo:
designar la cara de su próximo cartel electoral ante la renuncia de un
presidente regional que siempre asumió el cargo en funciones. Juan Ignacio Zoido sabe que si tiene
algún crédito electoral es en Sevilla, donde conquistó la Alcaldía por derecho
propio y errores ajenos, justos los motivos por los que es rechazado en el
resto de la comunidad. No es que no desee ser candidato a la Presidencia de la Junta de Andalucía, sino que
no está en condiciones de poder disputar la contienda con suficientes
posibilidades de éxito debido a su marcado tufo sevillano. Hay otros aspirantes
tomando posiciones ante la secretaria general, Dolores de Cospedal, que decide
cuándo y quién será el bendecido por el dedo de la organización. Otro ejemplo
de “democracia interna” partidista.
Otro frente que sigue abierto como una herida purulenta en
el Partido Popular, este a nivel
nacional, es el de la financiación irregular que el juez Ruz indaga con el caso Bárcenas. Tras analizar las cuentas
de las obras acometidas en la sede del partido, se desprende una contabilidad
“b” continua en el tiempo, en la que están supuestamente involucrados
empresarios que obtuvieron adjudicaciones de la Administración.
Un feo asunto que lastra progresivamente la credibilidad del
partido que gobierna España y deja en evidencia a quienes se daban golpes de
pecho por la transparencia de su formación
y la honestidad de sus dirigentes. Ya hay hasta constancia de mentiras en sede
parlamentaria y durante ruedas de prensa.
Al mismo tiempo que se conocen estos fraudes y chanchullos
en el partido con responsabilidad de gobierno, manifestaciones multitudinarias se extendieron por todo el país
contra los recortes y las privatizaciones que ha impulsado el Gobierno de
Mariano Rajoy como única “receta” posible para combatir la crisis económica.
Prácticamente ningún sector productivo está contento con las medidas adoptadas.
El personal sanitario está harto de convocar marchas “blancas” contra los
recortes salariales, las agresiones al sector público y las privatizaciones de
hospitales. Lo mismo sucede con el profesorado, el alumnado y los padres de
alumnos que claman por mantener una enseñanza pública de calidad, sin
sectarismos ni precariedad, desde la primaria hasta la Universidad. Ningún
trabajador, cualquiera que sea el sector en que desarrolla su actividad, está
conforme con una “reforma” laboral que, aparte de entregar todo el poder al
empresario, ha supuesto la eliminación de derechos laborales conquistados a
base de lucha y sacrificios. Incluso los pensionistas ven cómo se “mete mano”
en sus pensiones, se endurecen las condiciones para cobrar una pensión,
atrasando la edad de jubilación y ampliando el cómputo de años para su cálculo,
y se condena a perder poder adquisitivo al garantizar sólo una subida anual del
0,25 por ciento que no contrarresta el incremento del coste de la vida. Causa
perplejidad tan elevado número de colectivos disconformes con el Gobierno
porque, si ellos no fueron, ¿quién votó entonces al PP?
Las perspectivas del próximo año no son más halagüeñas. Bruselas acaba de señalar que hay que
apretarse aún más el cinturón en España. Le parecen pocos los sacrificios que
los ciudadanos han realizando hasta ahora. El empobrecimiento general de la
población y el desmantelamiento del Estado del Bienestar no son suficientes.
Quiere que se dedique aún menos dinero a políticas sociales y de solidaridad.
Quiere al trabajador más expuesto frente a un mercado sin piedad. Y el Gobierno
se apresura a responder con la promesa de nuevas “reformas” laborales que, no hay que ser un
lince para adivinarlas, supondrán menos prestaciones por desempleo, más
abaratamiento para el despido y más libertad para que el empresario maneje a su
antojo los criterios de contratación laboral.
Pero para que alberguemos alguna remota esperanza en superar
esta situación, las Loterías del Estado difunden un anuncio pastelero para
promocionar la lotería de Navidad.
Da grima ver a Raphael parodiarse a sí mismo, exhibiendo dentadura postiza,
para parecer más tierno que la momia de Tutankamón o la expresión de pánico en
los ojos de Monserrat Caballé, que no se cree lo que está haciendo. Tanta caspa
y cutrerío en un spot hacía tiempo que no se contemplaba. Y es que todo, hasta
la publicidad, retrocede a épocas grises en que se carecía de libertad hasta para
ver la televisión.
Y mientras hoy se conmemora el Día Internacional Contra la Violencia de Género,
para ver si tomamos conciencia de que, en este país de nuestras penas, el
machismo sigue matando mujeres que considera de su propiedad, el Gobierno
instala cuchillas en la valla de
Ceuta y Melilla para impedir la invasión de inmigrantes. Dice que son
disuasorias, como si la posibilidad de morir impidiera huir de la muerte. La
gente se mata por escapar de un infierno, por lo que, si de verdad desea
disuadir efectivamente a esos infelices que buscan en Europa un sueño frente a
la miseria, mejor que pongan un campo de minas entre las dos vallas de la
frontera. Una bomba y una cuchilla demuestran la misma falta de ética y respeto
a la dignidad humana. Diga lo que diga el Gobierno y su ministro de Interior
Menos mal que a veces no todo reluce tan negro. La amenaza
nuclear de Irán parece estar resolviéndose
con la zanahoria del diálogo (y el palo de las sanciones económicas) entre las
potencias negociadoras con Teherán. Se reconducen las relaciones del país de
los ayatolás con Occidente y se encauza el problema del programa nuclear iraní,
que despertaba el temor de que escondiera una finalidad militar más que
energética. Claro que los israelíes, egipcios y saudíes recelan del acuerdo.
Recelan por la consideración como potencia regional que acapara Irán para
sentarse a negociar con Estados Unidos, China, Rusia, Reino Unido, Francia y
Alemania y alcanzar un acuerdo que satisface sus intereses económicos y
políticos. Tanto Israel como las otras naciones árabes ven empequeñecer su
capacidad de influencia en la zona ante un Irán que vuelve al redil de la
geopolítica internacional, además de continuar con su liderazgo religioso entre
los chiíes. No se elimina el riesgo de
una proliferación de armas nucleares en el futuro, como las que posee Israel
desde finales de los años sesenta, pero al menos lo amortigua de momento. Algo
es algo.
Como algo es lo alcanzado, por raquítico que sea, en la
cumbre climática de Varsovia. Pero de ello hablaremos en otra ocasión.
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