Turquía ya sirve de excusa para que la OTAN intervenga en la
prolongada insurrección que está teniendo lugar en Siria para derrocar al
régimen de Bashar al-Assad, quien hereda
de su padre el gobierno del país, conquistado gracias a un golpe de Estado que encumbró
al primero en el poder en 1970, al frente del único partido permitido, el
Partido Baath, de inspiración socialista. Desde entonces, ese partido domina la
vida política siria a través del Frente Nacional Progresista, una coalición
parlamentaria que está bajo su control absoluto.
Este férreo control no ha impedido que el espíritu de las
revueltas árabes terminaran prendiendo también en Siria, donde la secta
minoritaria alawita, a la que pertenece el clan dominante, genera un
fuerte resentimiento entre los musulmanes suníes, grupo mayoritario de
la población. Un caldo de cultivo para que los “rebeldes” entablen, siguiendo
el patrón de la “primavera árabe”, ofensivas “liberadoras” en las principales
poblaciones sirias, dando lugar a una guerra civil que gana en intensidad, extensión
y crueldad progresivamente, desde Alepo hasta Damasco. Así es como se suceden
los incidentes con los países vecinos, produciéndose ataques y escaramuzas en
puestos fronterizos con Irak y Turquía.
Aunque existen precedentes con el derribo de un avión
militar turco en junio pasado, Turquía se involucra peligrosamente en el
conflicto al responder sin dilación la muerte de cinco civiles en Akcakale, a
causa de proyectiles disparados desde Siria, con el bombardeo de objetivos
sirios en la región fronteriza. Ya es la segunda vez que Turquía repele lo que
considera “provocaciones que atentan contra su seguridad nacional” con una
contundencia, hasta el momento, proporcionada. Sin embargo, el aumento de la
tensión es creciente en la zona y las consecuencias de estas fricciones,
incalculables. Para el viceprimer ministro turco, Bulent Arinc, esas muertes de
civiles eran “la gota que colma el vaso”.
Turquía se presta, pues, a ofrecer la excusa que Occidente
puede necesitar para que la OTAN
intervenga en el derrocamiento del régimen autoritario de Assad. Como país
miembro de la organización militar, Ankara convocó una reunión urgente de la Alianza , en virtud del
Artículo 4 del Tratado, para someter a consultas la amenaza que representa
Siria a su seguridad e independencia nacional. El Consejo Atlántico, formado
por embajadores de los 28 países miembros, estudia la violación del territorio
turco y las posibles acciones defensivas a emprender.
No es excepcional en la historia que se busquen excusas para
entrar en conflicto. El hundimiento del Maine, en 1898, constituyó el
pretexto propicio para que Estados Unidos declarara la guerra a España y le
arrebatara las posesiones de Cuba, Puerto Rico y Filipinas. De igual modo, el
ataque japonés a Pearl Harbor, en 1941, hizo que el país norteamericano
participara en la
Segunda Guerra Mundial. Y más recientemente, gracias al
ridículo pretexto de que estaban “en peligro la vida de ciudadanos
norteamericanos”, Ronald Reagan decidía invadir la minúscula isla de Granada,
en 1983, para sofocar un peligrosísimo foco de inestabilidad cerca de sus
fronteras y amortiguar, así, la influencia cubano-soviética en los
movimientos revolucionarios de América Latina. Son, en definitiva, jugadas que
la geoestrategia imperial desarrolla en todas cuadrículas del tablero mundial.
Hoy, la partida se desarrolla en la región mediterránea y
Oriente Próximo e implica a países árabes que sufren “rebeliones” para desprenderse
de unas dictaduras que ya no son útiles a los intereses de las grandes
potencias. Ayudar a los rebeldes, proteger a la población o responder a las amenazas o agresiones hacia terceros son los motivos que
se esgrimen en la política internacional para decidir, con la ayuda y colaboración
militar pertinente, la suerte del conflicto y decantar hacia el bando aliado al
país en cuestión. Irak, Túnez, Libia, Yemen, Egipto y Libia, hasta la fecha,
son los escenarios donde la “primavera árabe” ha provocado conflictos armados, cambios
de régimen o de gobierno y protestas masivas de una población que ansía
equipararse a las democracias de los países desarrollados y cercanos.
El régimen
sirio está batiéndose duramente y de momento se resiste al “cambio”. Su suerte,
sin embargo, puede estar echada con la excusa que brinda Turquía. Con Naciones
Unidas maniatadas por el veto soviético, aliado de Siria, a cualquier
iniciativa que suponga algo más efectivo que las visitas de un enviado
especial, la alternativa “defensiva” de la OTAN se presenta ya como probable, al exigir el cese
la agresión a un país miembro de la Alianza. Habrá que estar atentos a unos
acontecimientos que pueden precipitarse en una zona especialmente sensible,
donde confluyen tantos intereses que nos afectan a través del Mediterráneo. Rusia,
Estados Unidos, Europa y el Islam juegan al ajedrez cada vez más cerca de casa
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