La cuestión es la falta de alternativas válidas frente a las
políticas que aplica el Gobierno conservador de Mariano Rajoy, cuyo representante en
Galicia ha salido fortalecido. Algo está fallando clamorosamente cuando la
oposición no engarza con el descontento de los ciudadanos y es incapaz de
ofrecer recetas diferentes, creíbles y que encandilen a los votantes. Hoy por
hoy, la izquierda es un páramo árido de ideas y proyectos que apenas ilusiona a
sus mismos seguidores, perdidos entre la fragmentación y la abstención, pero que
ahora se precipitarán, una vez más, a buscar culpables entre ellos. La misma
noche en que se conocieron los resultados gallegos y vascos, salieron voces
exigiendo la dimisión de Alfredo Pérez Rubalcaba, cuya estrategia de oposición
queda ahora seriamente comprometida.
Pero el secretario general de los socialistas no piensa
dimitir ni cambiar su línea de “oposición útil” de tan nefastos resultados para
regocijo de los populares, que respiran aliviados ante el desgaste
que han esquivado en Galicia. A pesar de todas las revueltas y manifestaciones,
Mariano Rajoy puede presumir de que los ciudadanos no lo castigan como han
hecho en Europa con todos los gobiernos que se han visto obligados a impulsar
idénticas políticas anticrisis, haciendo caer gobernantes de todos los colores.
La España en
recesión que vocifera tras las pancartas sigue temerosa de una apuesta a lo
desconocido que desemboque definitivamente en la catástrofe. Echa en falta
promesas sólidas de que otra política es posible, pero nadie se las ofrece con
rotundidad y seriedad.
El PSOE no luce atractivos para el cambio en esta tesitura
dramática. Se hunde aún más en la desconfianza que genera entre los ciudadanos
de izquierdas, esos que ya incluso asimilan que Zapatero fue la causa de la
grave crisis económica que paraliza al país y provoca un desempleo de
magnitudes escalofriantes. ¿Tan mal había gobernado el presidente socialista
para que los electores prefieran a quienes los castigan con una austeridad
canalla, que se ensaña con los que ninguna culpan tienen de esta crisis?
Parece que, puestos a elegir, la gente opta por la derecha
auténtica en vez de esa “derecha disfrazada” en que se ha convertido “la
izquierda de clase política, no social”, como diría Haro Tecglen*. Y es que la
izquierda hoy no tiene un mensaje claro y un modelo real que ofrecer a los
ciudadanos. No aspira a cambiar el mundo de la explotación y las injusticias en
que el capitalismo ha sumido a tres cuartas partes de la Humanidad , pues se ha
limitado a administrar sociedades cada vez más absorbidas por el mercado y que
rinden pleitesía al capital. Los votantes no saben siquiera qué es la
izquierda, aquella que defendía a los menos privilegiados, que apostaba por el
progreso y las innovaciones antes que por la tradición y que preconizaba
sociedades tolerantes y abiertas en las que la libertad de ideas, expresiones y
opiniones fueran atributos de la convivencia pacífica y plural.
* Eduardo Haro Tecglen: Ser
de Izquierdas, Editorial Temas de Hoy, Madrid, 2001.
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