El País es un diario que conquistó un enorme
prestigio en España, prácticamente desde su aparición en los últimos años de la
dictadura franquista (1976). Por aquel entonces y a lo largo de varias décadas,
representó la voz de los querían una España democrática y moderna, construida
sobre una base social que debía conducir civilmente su propio destino, sin
tutelas militares ni de ningún poder extraño a la soberanía popular. Gracias a su
alineamiento con las corrientes más progresistas de la sociedad y por el rigor
de su información y la calidad de sus colaboradores, El País se
convirtió enseguida en el periódico de referencia nacional y “en español del
mundo”. Heredaba el espíritu crítico y reformista de los diarios Madrid (cerrado por Franco en 1971 y su
sede destruida por voladura controlada) e Informaciones
(cerrado en 1983 y cantera de los periodistas de El País, Cebrián incluido)
Para una generación de españoles, el diario de Jesús Polanco
-el “intelectual orgánico de la izquierda”- y dirigido por Juan Luis Cebrián,
constituyó la biblia sagrada que debía consultarse para adquirir un
conocimiento imparcial, completo y preciso de la actualidad. Era, en fin, uno
entre los grandes a nivel mundial.
Hoy, Prisa
(Promotora de informaciones, S.A.), la empresa que lo edita, no ha podido
sortear los envites de una crisis económica que está empobreciendo a la mayoría
de la población. La editora forma parte de un conglomerado mediático que tiene
ramificaciones en el mundo editorial (Santillana, Alfaguara,Taurus, Aguilar, etc.),
medios de comunicación (El País, As, Cinco Días, Cadena Ser y sus radio
fórmulas, Canal +, Sogecine, etc.) y otros sectores afines (educación, entretenimiento, publicidad, contenidos
audiovisuales, etc.), además de participaciones en otras empresas (19 % de
Mediaset España, propietaria de Telecinco, Cuatro, LaSiete, etc.) y un
sinnúmero de inversiones en el sector audiovisual en Sudamérica y Portugal. Toda
esta ambición expansiva y de crecimiento le ha causado una deuda enorme que
precisa de la financiación de entes inversores como el Grupo Liberty, de Nicolas
Berggruen; los bancos HSBS, Santander y La Caixa, o grandes empresas como Telefónica, quienes se convierten en
principales accionistas de la compañía, junto a la familia Polanco.
Tras más de 30 años de indiscutido prestigio y gran
rentabilidad, El País afronta varios ejercicios con pérdidas económicas
y acusa el descenso generalizado en la venta de ejemplares y del negocio
publicitario que padece, en su conjunto, la prensa española. Una situación
realmente indeseable, pero previsible en el marco de recesión en que se halla
la actividad económica en España y Europa, sumidas en una crisis financiera sin
precedentes. Comparado con otros sectores, El País se ha librado de los
zarpazos más mortíferos de unas dificultades que están causando estragos en la
construcción, los servicios, la industria y el pequeño y mediado comercio, incapaces de
sobrevivir en estas adversas condiciones. Sin embargo, la empresa decide presentar un
ERE para despedir a una cuarta parte de la Redacción y rebajar al resto un 15
por ciento en los salarios. Se confirma
así el vaticinio que en su día predijo un periodista de la casa, Eric González:
“Cualquier día, en cualquier empresa, van
a rebajar el sueldo a los obreros para financiar la ludopatía bursátil de los
dueños”. Ni qué decir que fue trasladado de inmediato.
Porque más que el descenso coyuntural del negocio (que
también se ha producido), al periódico lo lastra la política de inversiones y
ambiciones megalómanas que ha emprendido la dirección del holding empresarial
que lo edita y ese “capitalismo de casino” que practican sus dueños. Pero mucho
más grave que su situación económica es la pérdida de credibilidad y el
abandono de los valores progresistas que representaba la cabecera. El País
ha perdido lectores desde mucho antes de que surgiera la crisis económica que
dificulta su financiación.
Sus ideas y el enfoque informativo que mantenía su línea
editorial constituyeron el símbolo de una época de decidida vocación
democrática, que se consagró con ocasión de la intentona golpista del Teniente
Coronel Tejero, cuando El País no
dudó en apostar en solitario, cuando los demás medios aguardaban el resultado
de la intentona y antes de que el Rey pronunciara su rechazo al golpe, con una
portada que hizo historia: “El País
con la Constitución ”. Era un mes de febrero de 1981 y poco después
el socialismo de Felipe González accedía al poder por primera vez en democracia
en España. Desde entonces, el periódico mantuvo un apoyo recíproco con los
gobiernos socialistas y jamás cuestionó la Monarquía de Juan Carlos. Felipe González, con
decisiones muchas veces discutibles, propulsó una prensa que contrarrestara el enorme
peso de los medios conservadores, concediendo licencias poco respetuosas con la
legalidad, como la autorización a emitir en abierto de Cuatro, un canal posible gracias a la “ingeniería legal” del
Gobierno. Eran tiempos en que hasta los periodistas más enjundiosos del diario
supieron crecer hasta convertirse, gracias a la reputación de su firma, en “redes o
editores sociales” por el seguimiento que despertaban, como describe Juan Varela
en su análisis de Periodistas21.
Pero esa fidelidad de los lectores ha desaparecido hoy día.
La pérdida que acusa el diario en su venta no es sólo por las dificultades del
mercado, sino por la pérdida de sintonía que mantenía con ellos. El País ha abandonado muchas de sus
ideas progresistas iniciales para girar hacia un evidente conservadurismo
ideológico y empresarial que asquea a quienes lo compran. El propio ERE que
aplica a su redacción, por problemas coyunturales tras años de alto
rendimiento, muestra su alineación con las medidas liberales y laborales que
impulsa el conservador Partido Popular desde el Gobierno. Su posición interesada,
como empresa, frente a regímenes izquierdistas de América Latina, de abierta
confrontación, es otra señal de su giro editorial. Y la actitud de su primer
director y fundador, Juan Luis Cebrián, convertido hoy en Presidente Ejecutivo
después de haber sido Consejero Delegado de Prisa, de despreciar la opinión de
los redactores frente a la capacidad de la dirección para adoptar cuántas
decisiones crea convenientes, ha provocado no sólo el enfrentamiento de sus subordinados
compañeros de profesión (véase la
Nota de Redacción), sino que ha decepcionado a unos lectores
que esperaban un comportamiento más acorde con las ideas progresistas que
preconizaba el diario.
Sin Público como medio de
izquierdas y El País en franca deriva
conservadora y mercantilista, la prensa progresista en soporte papel está siendo laminada
del panorama mediático de España. Es lo que pasa cuando la economía prevalece sobre
cualquier otro criterio e impulsa comportamientos reaccionarios que infectan
hasta la línea editorial de lo que fue referencia como “diario independiente de
la mañana” para convertirse en “diario
global en español del mundo”, capitalista, por supuesto, faltaría añadir.
Actualización (20/10/12)
A la semana de escribir este artículo, el periodista citado en él abandona el periódico objeto de la crítica. Merece la pena la actualización para valorar los "daños" que la "enfermedad" bursátil es capaz de hacer:
Gracias Eric González por ser tan sincero.
Actualización (20/10/12)
A la semana de escribir este artículo, el periodista citado en él abandona el periódico objeto de la crítica. Merece la pena la actualización para valorar los "daños" que la "enfermedad" bursátil es capaz de hacer:
Gracias Eric González por ser tan sincero.
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