La lluvia ha regado los campos y el sol, tras los fríos repentinos, ha vuelto a lucir. Es tiempo de setas y de jornadas recorriendo lugares recónditos donde descubrir, sobre los troncos de los árboles o camuflados entre el follaje del suelo, esos apéndices parásitos que se elevan cautos como sombrerillos para bañarse de luz y rocío. Champiñones o Boletus, humildes hongos o muestras apreciadas, sabrosas o venenosas, la tierra por estas fechas deja asomar con tacañería, como el amor tras una ventana, uno de esos tesoros que hacen del otoño una estación afortunada y placentera. Todo predispone, con las nieblas, las hojas rojizas y la luz tibia que apenas calienta el día, a la búsqueda sosegada entre el silencio de la naturaleza de esos frutos tan escasos como la paz y la felicidad que siempre anhelamos. Es tiempo de reencontrarnos y soñar la libertad.
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