miércoles, 1 de julio de 2020

Julio extraño


Se inaugura julio como corresponde, con calor de verano, con ese fuego que, a partir del mediodía, cae a plomo desde lo alto para secar el aliento y derretir un aire que no se mueve, que no se atreve a correr como brisa tímida hasta que el Sol salga del cielo y se oculte detrás del horizonte. Julio es mes, también, de pensar o iniciar las vacaciones, de soñar con el descanso de las obligaciones y el relajo indolente de cualquier actividad impuesta o por necesidad. Comienza, pues, el tiempo que estamos todo el año deseando que llegue para entregarnos a la contemplación placentera de la vida frente a la costa recta del mar, los ondulantes perfiles de las montañas o la ruidosa terraza de un bar. Julio, calor y vacaciones son palabras que, cual sinónimos, apelan a una misma sensación, que interpretamos con un común significado: ocio, descanso. Incluso en un año tan excepcional como este, en que un golpe inesperado ha puesto en jaque todas las certezas y confianzas que teníamos, en el que la solidez de nuestras expectativas fue quebrada por un minúsculo enemigo, invisible y mortal. Con todo, julio vuelve con sus horas eternas, deslumbrantes de luz, con las chicharras entregadas al cante en soporíferas tardes desiertas y con el calor que desnuda cuerpos y pensamientos. A pesar de las circunstancias, a pesar del miedo, el sudor ya corre por nuestra frente para que vayamos a refrescarlo, soñando con holgar y olvidarnos de tantas preocupaciones y temores. Arranca un mes de julio extraño, pero deseado.

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