jueves, 25 de junio de 2020
Rincones del verano
Nos sorprende el calor como un amor espontáneo, casi
sin buscarlo pero deseando que nos atrape con esa luz cautivadora que altera
nuestras vidas a su antojo. Desamparados frente a los estragos que nos causa,
no sólo en la piel sino también en nuestra voluntad, buscamos refugio en los
ambientes que matizan su luminosidad cegadora y nos libran de su abrazo ardiente.
Rincones protegidos por la penumbra quieta de bóvedas vegetales y la estrechez
de una cintura pétrea, en los que el calor insoportable, como las pasiones impetuosas,
aplaca su ímpetu voluptuoso por la placidez silente de la atmósfera que los
envuelve y que contagia y serena el ánimo. No son callejuelas para esconderse,
sino para dejar que la vida transcurra tranquila entre ventanas enrejadas de
sombras que aíslan una intimidad temerosa de la luz. Abundan pasajes recónditos
así, en esta ciudad enamorada del calor y de la luz, que semejan esas gafas que
convierten los rayos del Sol en una caricia agradable para los ojos y el
corazón. Espacios en los que el verano es domesticado para poder ser deseado y disfrutado,
sin riesgo de que nos atolondre con su ardor.
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