Cuando descubrieron entre los papeles de su despacho la
siguiente reflexión escrita de su puño y letra…
“El día que muera, no habré desaparecido. Al que enterréis
no será más que la carcasa con la que pude deambular por el mundo, porque soy y
seguiré siendo el que está presente cuando me recordais. Mi ser habita en la
memoria de quienes me conocieron y acompañaron en la existencia orgánica. Lo
que era y soy permanece en los que continúan acordándose de mí y en el legado
de hechos, afectos, descendientes y palabras que he dejado como rastro de mi
transitar por la vida. Ahí me encontrareis siempre tal como fui, tal como soy.
No me busquéis en una lápida, abrazadme en vuestra mente. Y perdonadme las
decepciones y afrentas que haya podido cometer. Nunca pude ser mejor de lo que
deseaba. Pero mis sentimientos eran sinceros y os he querido cuanto me habéis permitido.
Por eso les recordaré incluso más allá de la muerte.”
…fue entonces cuando lo lloraron como no habían hecho el
día que le dieron sepultura.
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