Escultura en Pisa |
Escultura en Verona |
Italia, pues, consciente de su atractivo, se exhibe
descarada ante los ojos del visitante, sin pudor ni falsa modestia. Una belleza
y unos encantos que no se pueden admirar en una única visita con el sosiego, el
silencio y la soledad que exigen la admiración y el afán por conocerla. Lo
visto, no se puede negar, confirma lo que se lee de Italia, pero con los matices
impuestos por la realidad de una masificación, la exageración publicitaria de
rincones y sitios y la explotación abusiva de los réditos que proporciona el
turista. Aun así, Italia hay que verla -y padecerla- aunque sea para
seleccionar los destinos más pintorescos, atractivos e interesantes de su
variada y extensa oferta patrimonial e histórica. De norte a sur y de este a
oeste, el país que se derrama a ambos lados de los Dolomitas dispensa una
geografía plagada de localidades ancladas en el medievo y urbes entregadas a la
modernidad y una miscelánea étnica apabullante. Del industrial Milán, pasando por la coqueta Verona de Julieta, la preconciliar Padua y la docta y roja Bolonia, hasta la Pisa inclinada de Galileo y la medieval Siena de los etruscos, existen muchos recorridos que conducen
inexorablemente a la Roma del
Coliseo y el Vaticano, capital del imperio romano y de la cristiandad, que se
asienta sobre sus siete colinas, atestadas de turistas y aglomeraciones, sin olvidar a la fea y sucia Nápoles, víctima de las crisis y las
dificultades, y la escarpada Capri,
isla del lujo y la ostentación de famosos y vanidosos.
Canales de Venecia |
De entre toda esa variedad paisajística y cultural, puede
uno quedarse extasiado ante la irracionalidad arquitectónica de construir una
ciudad sobre pilares de madera sumergidos en el fango que soportan los
cimientos de una Venecia que se
extiende por islas costeras, conectadas entre sí por estrechos canales surcados
por góndolas y barquitos de todo tipo, como único medio de transporte posible.
Una ciudad sorprendente que ha confiado su defensa a ese mar Adriático que la
rodea e inunda periódicamente, hasta acabar engulléndola, como temen los
venecianos, en un futuro no muy lejano. Otros pueblos han querido invadirla,
pero han quedado varados en los bancos de arena y lodo que hacen de sus canales
una trampa para navegantes intrusos. Sólo un puente umbilical –hoy, de asfalto
y hormigón, para trenes y tráfico rodado- une Venecia con la península.
Pero, aparte de ser impresionantes la Plaza de San Marcos y
la conjunción de arte griego, bizantino y renacentista que ofrece la
arquitectura de sus edificios más emblemáticos, como el Palacio Ducal, la
Basílica de San Marcos, el Campanile
de ladrillo, la Torre del Reloj y las dos torres que guardan la entrada de la
plaza, lo más llamativo para el visitante ignorante es saber que un impresor
local de Venecia, Aldo Manuzio, diseñó la letra cursiva, también conocida como
“aldina” o “itálica”, para poder editar lo que hoy se conoce como “libro de
bolsillo”, en tamaño octavo en vez de folio como era habitual en la época,
gracias al ahorro de espacio que se conseguía con ese tipo de letra inclinada y
apretada.
David de Miguel Ángel |
Otra ciudad que deslumbra al visitante es Florencia, cuna del Renacimiento. Esta
“ciudad de las flores”, capital de la Toscana, conserva intacto el
florecimiento artístico y arquitectónico que vivió en la Edad Media cuando era
epicentro del comercio, la cultura, el arte y las finanzas, bajo la dinastía de
los Médicis. Su centro histórico es Patrimonio de la Humanidad. No en balde se
erigen en él el Duomo (Catedral) de Santa María del Fiore y su cúpula
renacentista del maestro Brunelleschi, el Batisterio de San Juan, la Basílica
de Santa Cruz, el Campanario de Giotto, el Ponte
Vecchio, la Academia de Bellas Artes que exhibe la imponente escultura del David de Miguel Ángel, y la Galería
D´Uffici, un edificio en forma de U, anexo al palacio de los Médicis, en el que
reunía su fortuna pictórica esta familia de banqueros y gobernantes, y que en
la actualidad es el primer museo de Italia por sus obras pictóricas
renacentistas.
Puente Vecchio de Florencia |
La importancia de Firenze
se comprende, también, por los personajes que alumbró al mundo, como el citado
Michelangelo Buonarroti (pintor, arquitecto y escultor) y Leonardo Da Vinci
(científico, pintor, poeta y auténtico hombre del renacimiento), que cuenta con
un museo en la ciudad donde se exponen reproducciones de sus inventos y
máquinas, sus dibujos de anatomía y sus pinturas más destacadas, como La Última
Cena, la Mona Lisa y la Anunciación. También son florentinos Dante Alighieri (literato),
Brunelleschi (arquitecto) o Boccaccio (escritor), entre otros, además de atraer
bajo su influjo renovador a personajes de la época, como Giotto (arquitecto),
Botticelli (pintor), Galileo Galileo (científico), Maquiavelo (escritor), etc.
No cabe duda de que Florencia muestra a los ojos del curioso mucho más de lo
que se conoce de ella, por lo que visitarla es una obligación de reconocimiento
al arte y la arquitectura que modernizó al mundo, gracias al Renacimiento que
se irradió desde la ciudad.
Pompeya |
Y, como colofón, Pompeya,
yacimiento arqueológico de trascendental valor y riqueza, en las afueras de
Nápoles. Ruinas de una antigua ciudad romana que deja boquiabierto al visitante
por su sorprendente conservación y su avatar histórico, al quedar sepultada y
petrificada bajo las cenizas incandescentes que lanzó la erupción del volcán
Vesubio, un 24 de octubre del año 79 después de Cristo. Una ceniza semilíquida
que cubrió edificaciones y personas que no pudieron escapar de esa lluvia
ardiente, formando para la posteridad unos moldes pétreos que reproducen con
fidelidad, no sólo la arquitectura romana, sino también la morfología, la
actitud y hasta la expresión de los que fallecieron asfixiados y quemados
vivos.
Molde petrificado de niño de Pompeya |
Es posible contemplar en Pompeya la ceniza petrificada que
rodea columnas, además de todo el entramado urbano perfectamente conservado de
calzadas, viviendas, fuentes, inscripciones, pinturas, mercado, foro, teatro,
anfiteatro y hasta lupanares existentes en aquellos tiempos paganos anteriores
a la pecaminosa moralidad cristiana. Pero lo que conmueve al visitante, que lo
mira directamente con sus ojos, son los moldes petrificados con precisión
escalofriante de personas, niños y animales que murieron tras la erupción y
que, en algunos casos, mantienen la expresión de terror ante la muerte segura o
de taparse la boca para no morir asfixiados.
Mapa del Museo Vaticano |
Sólo por experimentar de primera mano, aunque apretujados
por la masificación turística, las sensaciones que despiertan estas ciudades
monumentales, merece la pena visitar Italia. Lo conocido se completa, así, con
lo visto y lo sentido, dando cumplimiento a un viejo sueño que nació cuando en
la escuela enseñaban el Renacimiento italiano. ¡Buen viaje!
Fotos del autor, excepto la reproducción de la tipografía cursiva.
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