No sólo de supersticiones y política vive el hombre, sino también de otras materias que conforman una realidad, a lo mejor menos atractiva para el interés mediático, pero igual o más enriquecedora que la que da contenido a la actualidad. Aunque es difícil sustraerse de su aplastante protagonismo monotemático, durante esta semana también acontecieron otras actividades y asuntos que nada tienen que ver con los rituales religiosos o las constantes noticias sobre corrupción política. Hay vida en esos asuntos inexistentes para la agenda de actualidad.
Y el más dramático de todos ellos es el del paro, del que, aparte de la vergonzante
disparidad en las predicciones, en función del órgano que las efectúe -Banco de
España, Eurostart o Gobierno-, ninguno mide en realidad la magnitud de un
sufrimiento que es consecuencia de esa dictadura económica que impone unas
reglas que ningún gobierno puede alterar o discutir. El 25, 26 ó 27 por ciento
son frías contabilidades que vienen calculadas por organismos supranacionales
que exigen el estricto cumplimiento de sus dictados y obligan a eliminar
derechos y prestaciones públicas, a rebajar salarios, a “adelgazar”
administraciones públicas, a despedir trabajadores en todos los sectores -salvo
el militar y el religioso- y a transferir riqueza desde la fuerza del Trabajo a
la del Capital, único criterio que hoy dota de sentido de la Sociedad. Pero disfrutábamos de
una semana “especial”, en la que hasta el Gobierno se halla de vacaciones, por
lo que este tema no tenía cabida entre los asuntos de la cotidianeidad.
Otro aspecto que refleja nuestro “buen hacer” y que se ha
diluido entre lo importante de la semana ha sido la defensa corporativista
que el director de la Guardia Civil ha hecho de
los agentes que arrollaron con su patrullera, en un “ejercicio de heroicidad”,
a una patera con 25 inmigrantes a bordo, el pasado diciembre en aguas de Lanzarote,
provocando la muerte de seis personas. Si no fuera porque un video del Sistema
Integral de Vigilancia Exterior (SIVE) recogió cómo la lancha pasó literalmente
por encima de la patera a toda velocidad, nadie pondría en duda las palabras del
director general de la Guardia Civil
acerca de “la labor abnegada” que este Cuerpo “realiza todos los días con la
sociedad española”. Una labor en la que también se cometen errores y
accidentes, los cuales no deberían eximir de responsabilidad a los que los
cometen ni deberían encontrar el amparo protector de la superioridad, sea uniformada
o civil.
Noticias muy marginales nos informan, además, que las comunidades de
Extremadura y Andalucía coinciden en la exigencia al Gobierno de que no reduzca
las subvenciones a las energías limpias
del país, una tecnología de la
que España es puntera a nivel mundial. Para el presidente del
Consejo de Promoción Exterior de la
CEOE , José Luis González Valvé, “somos una de las potencias mundiales con los molinos, pero también
somos una sorpresa en tecnologías como la termosolar, que es de última
generación”. Sin embargo, la caída de la demanda eléctrica y la crisis
económica ha obligado a “recortar” también en este sector, poniendo en peligro
la viabilidad de unas inversiones millonarias que no sólo son respetuosas con
el medio ambiente, sino que además ofrecen una proyección internacional de la
que carece el resto de la industria nacional. Parece que preferimos, otra vez, perder
el tren de la modernización y la vanguardia industrial en España, por culpa de
una visión cortoplacista.
Otro hecho desapercibido, y eso que aún tiene detractores,
fue que la Ley antitabaco consigue reducir el número de muertos entre los “fumadores pasivos”, aquellos que no fuman pero estaban condenados a inhalar el humo contaminado
de bares y oficinas. Hasta un 13 por ciento se ha reducido el número de fallecidos
por tabaquismo pasivo en nuestro país, según la Sociedad Española
de Epidemiología, entidad que considera todavía muy relevante la carga de
mortalidad atribuida al tabaquismo pasivo. Son 159 personas no fumadoras que
han conseguido sobrevivir gracias a la prohibición de fumar en espacios
públicos y lugares de trabajo. Pueden parecer pocas, pero convierten a España
en el país que mayor reducción de fumadores pasivos ha registrado en la Unión Europea en los últimos
tres años. Todavía hay quien no sabe ponderar lo agradable que es entrar en un
bar que huela sólo a café, no a humo de tabaco.
Estos días de asueto y mal tiempo (es un decir), en los que
la prensa no brindaba ningún aliciente, se prestan a la lectura sosegada, como
el interesantísimo ensayo de Lluís Bassets, “El último que apague la luz”, sobre la extinción del periodismo
impreso, un cambio que es protagonizado por los propios lectores y los
ciudadanos, quienes determinarán el salto a una nueva era. Otro libro, “El futuro de la socialdemocracia”, de
Antonio Papell, aborda la crisis económica como colapso del modelo neoliberal,
y la consiguiente necesidad de mantener Estados que sean promotores y
prestatarios de los grandes servicios públicos y reguladores de las actividades
y mercados que proporcionan bienestar colectivo. En la mesilla aguardan “¿Una gran ilusión?”, la reflexión
lúcida de Tony Judt sobre Europa, en la que duda de la viabilidad de un
proyecto que genera constantes inquietudes, como la realidad se encarga en
demostrar cada día. Y ese estudio para estos tiempos de crisis, “Invitación a la utopía”, de Juan José
Tamayo, que nos propone cultivarla para ir más allá de los límites de lo
posible, a través de un recorrido por los hitos más sobresalientes de la
historia de la utopía, desde la antigüedad griega hasta las utopías
revolucionarias de la
Modernidad , en la búsqueda de ese “otro mundo posible”, donde
confluyan la emancipación humana y la liberación de los pueblos. Toda una
utopía.
Como se ve,
más allá de las supersticiones y la política, existen otros asuntos que
despiertan más interés que los que protagonizaron la actualidad durante esta
semana de contradicciones, tan tópica y típica. Y, por supuesto, también hubo
mucho hueco para la familia,
merecedora de todo el tiempo posible.
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