lunes, 31 de octubre de 2011

Partidos, elecciones y democracia

Comienza –es un decir- la campaña electoral para elegir a nuestros representantes a las Cortes Generales de España y, en Andalucía, los del Parlamento andaluz. Nuestro voto servirá para que un número determinado de personas (350 al Congreso de los Diputados, 208 de los 264 del Senado y 109 al Parlamento andaluz), que se nos ofrecen en las listas de cada partido, puedan acceder a esos escaños. 667 personas, en total, encarnarán la encumbrada Soberanía nacional; es decir, serán los representantes del pueblo y en su nombre llevarán las riendas del País. De entre ellos se escogerá al Presidente del Gobierno y sus ministros, así como al presidente de la Comunidad y los consejeros andaluces. El peso de más de 47 millones de españoles descansará sobre los hombros de menos de mil personas que podremos seleccionar el próximo día 11 de noviembre mediante un simple trozo de papel. Un rito al que acudimos cada cuatro años sin dedicarle demasiada atención y al que se presta cada vez menos gente, para que poco más de la mitad de la población elija en nombre de todos.

En nuestro sistema electoral, elegimos listas cerradas: la papeleta que nos presenta cada partido, sin poder alterar el orden de los candidatos ni combinarlos con los de otro partido. Votamos al partido que más nos agrada –o el que menos desagrada- sin conocer, en la mayoría de los casos, a las personas que configuran cada candidatura, salvo los líderes que más salen en los medios y alguna que otra figura destacada. Nos fiamos que en la confección de las listas hayan escogido a los más idóneos, entre los mejor preparados y con mayores conocimientos de los problemas de la circunscripción por la que se presentan.

Los partidos, herramientas que posibilitan la participación de los ciudadanos en la cosa pública, son tremendas estructuras cuya función básica es seleccionar a sus candidatos y organizar campañas electorales para conquistar el Poder. Como cualquier asociación, disponen de unos Estatutos que regulan su funcionamiento, siendo la Asamblea General (Congreso) el órgano donde se deciden la Junta Directiva y las principales directrices que lo conducirán durante un período determinado. Esa mecánica interna está muy controlada por el “aparato” del Partido, de tal manera que los escogidos serán siempre los afines al mismo. Si a ello añadimos que la afiliación política en nuestro país es realmente ridícula, habrá de convenirse que sólo una minoría privilegiada es la que realmente participa para competir por un lugar en nuestros parlamentos nacionales y autonómicos, y representarnos donde se gobierna el conjunto de la Nación.

Sin embargo, así es una democracia, en la que dejamos en manos de unos pocos elegidos (la mayoría, desconocidos) los asuntos que nos conciernen a todos, con la despreocupación de depositar un voto en la urna. Ni siquiera nos molestamos en leer el Programa electoral que los partidos han de presentarnos como compromiso y garantía de su gestión. Declarar una guerra, reducir o elevar salarios, diseñar la estrategia de nuestras relaciones internacionales o elaborar las leyes que regularán nuestra convivencia son algunas de las tareas que corresponden a esos representantes que actúan en nuestro nombre. Sería deseable que, de la misma manera que exigimos responsabilidad a nuestros políticos, nos la exijamos a nosotros mismos. Las consecuencias de lo que hacemos (se vote o no) afectan a todos los ciudadanos. Votar es algo muy serio para tomárselo a la ligera o dejarlo en manos de unos pocos. La democracia no es la solución de los problemas, sino la vía para abordarlos con la aquiescencia de la mayoría. No es un procedimiento perfecto, pero se ha demostrado el más justo y estable. No ha sido un regalo, sino una conquista larga y cruel. Muchas personas han entregado sus vidas para que podamos disfrutar en la actualidad de un sistema que nos permite elegir a nuestros gobernantes periódicamente. La democracia no sólo nos concede derechos, sino también obligaciones. Nos exige actuar con responsabilidad y criterio ¿O acaso piensa que su participación no es importante?

sábado, 29 de octubre de 2011

Esclavos de la realidad

No imponemos nuestra voluntad, sino que son las condiciones las que determinan nuestro devenir, como ya dejara establecido el filósofo. Las circunstancias delimitan el campo en el que desarrollaremos nuestras capacidades en función de otros condicionantes genéticos, culturales y sociales. Apenas una brizna de albedrío nos permitirá intentar escapar del destino al que todo nos condena irremediablemente, salvo un afán de liberación que también habrá de venir de las condiciones que lo posibilitan. Somos libres dentro de una jaula que nos encarcela con hilos invisibles y que nos infunde la sensación de libertad. Pensamos lo que nos inducen a pensar, revelándonos sólo lo convenido. Actuamos en los márgenes permitidos por la autoridad y sentimos lo que nos han enseñado que sintamos. Somos gregarios para buscar refugio en lo común y aceptamos los dogmas como fuente de conocimiento. Reservamos lo herético para divertimento con lo prohibido y elucubrar en soledad, como fruto de la imaginación. Evitamos toda ruptura de la normalidad por temor a perder las referencias que nos definen, cuando deberíamos ser nosotros los que definamos cualquier referencia. Al final, ellas doblegan nuestra voluntad, haciéndonos vivir en un simulacro de libertad. Somos esclavos de la realidad

viernes, 28 de octubre de 2011

Veintiocho

Viernes veintiocho de octubre, una manera de contabilizar el tiempo para engañarnos de nuestra ignorancia sobre dónde estamos y qué hacemos, cuando en realidad nos sentimos más perdidos que una hoja flotando en medio del mar, a merced de las corrientes y los vientos. Pero nos consuela ese espejismo contable que pretende administrar un tiempo que no existe más que en relación con otras magnitudes físicas con las que intentamos racionalizar la existencia, aprehender la realidad, dirigir nuestras vidas. Este veintiocho cuantifica el pasado pero es incapaz de indicar cuánto futuro disponemos, lo que nos apremia a aprovechar el presente. Cada viernes, como cada vida, es un proyecto lleno de esperanza hacia lo ignoto, hacia los planes que elaboramos con la incertidumbre de lo que nos aguarda, de lo que nos depara el tiempo. Sólo sabemos que es veintiocho en medio del océano en el que navegamos cual náufragos sin rumbo. Al menos, podemos celebrar la consciencia que nos atormenta con la trascendencia del ser humano. Filosofía de bar. ¡Buen fin de semana!

martes, 25 de octubre de 2011

Desprecio del dolor

Lo que nunca pude imaginar era que se despreciara el dolor que sienten los enemigos de ETA (si es que existen diferencias entre los que repudian la violencia), pero las reacciones de algunos “elementos” inmorales de la derecha mediática, ante las lágrimas que el recuerdo de las víctimas hace brotar incluso en actos públicos, es deleznable. Una vez más, la bajeza y la insensibilidad más cruel embota la inteligencia de quienes, con tal de no reconocer ningún valor en el adversario, tratan de menospreciar la amargura que desarma hasta el llanto a rostros duros y acostumbrados a aparentar firmeza.

ABC publicaba el domingo un pie de foto en el que, comentando las imágenes lacrimosas del mitin en la Kursal de San Sebastián, intentaba resaltar que el dolor más intenso es aquel que ya no puede llorar, el que no se manifiesta en los ojos enrojecidos de los que no pueden disimularlo, para que la indiferencia de los que están a punto de acceder al Poder no resulte tan hiriente como la utilización que hicieron del terrorismo como objeto manoseado de la diatriba política. Estamos en precampaña electoral y era esperable la justificación de las posturas entre los contendientes, aunque no cabía hundirse más en el fango de la estulticia, pero...

Pero sí cabía más desvergüenza, porque el paroxismo del deshonor ha sido la mofa radiada a través de su programa por Carlos Herrera para ridiculizar las lágrimas de Patxi López y Eduardo Madina. Enroscado en su gracejo faltón, hace méritos este periodista para encumbrarse en la orquesta de trompeteros apocalípticos que no consienten que la realidad desbarate sus prejuicios ni el argumentario para sus descalificaciones. Que la diana de sus chanzas sean socialistas vascos que asumen el compromiso por su tierra y no huyen a paraísos sabáticos, seguramente no sea la causa de un rencor tan insano. Lo más probable es que tenga un componente personal y hasta psiquiátrico. Pero es triste que este locutor disponga de una radio para vomitar su rencor enfermizo y se permita unas burlas contra quienes incluso han sido víctimas de los fanáticos. Su inteligencia queda nublada con tales manifestaciones y, encima, enarbolar la bandera de la defensa de unas víctimas a las que minusvalora y desprecia si no comulgan con su pensamiento mezquino e inmoral.

Nunca creí que el fin del terrorismo, en vez de esperanza y alegría, pudiera despertar tanto desprecio por un dolor que afortunadamente dejará de ser una pesadilla para convertirse en el recuerdo de un oprobio vencido. Como si la Paz fuera un obstáculo para sus ambiciones.

lunes, 24 de octubre de 2011

Que dejaran de matar

Cuando la irracionalidad llenaba de sepelios y homilías cada año, pedíamos que dejaran de matar. Cuando las bombas traían el luto a familias anónimas cuyos familiares se toparon con la onda expansiva llena de metralla, pedíamos que dejaran de matar. Cuando la barbarie pegaba tiros en la nuca a políticos y policías que paseaban por la calle, pedíamos que dejaran de matar. Si los coches bomba arrancaban la vida de cuajo o mutilaban a los que confiaron en no mirar debajo y a los transeúntes que pasaron cerca, pedíamos que dejaran de matar. Si las campañas de verano extendían el terror a turistas y veraneantes alejados del “frente”, pedíamos que dejaran de matar. Por cada Guardia Civil asesinado, pedíamos que dejaran de matar. Por cada ciudadano asesinado por el fanatismo de ETA, pedíamos que dejaran de matar. Nada justificaba su horror, ninguna idea podía ser defendida por las balas y las bombas. Por eso pedíamos que lo dejaran, que dejaran de matar.

Ahora parece que por fin lo han dejado, y no nos conformamos. No queremos más muertos, pero tampoco que tantas muertes hayan sido gratuitas. Han de reconocer que no tenían razón y pedir perdón a las víctimas. Arrepentirse de apretar el gatillo y explosionar las bombas. Reconocer la derrota y entregarse a la justicia. Sólo entonces la misericordia de los pacíficos podrá ser generosa y perdonar, perdonar sin olvidar lo sufrido, pero exigiendo la honradez en la voluntad de los que deponen las armas. Queríamos que dejaran de matar. Pero para que se integren en la confrontación pacífica de las ideas, han de rendir cuentas. Ninguna víctima más merece ser sacrificada por la intolerancia, pero mil muertos son acreedores de algo más que un lamento. Merecen perdón.

Nostalgia de la lluvia

Este otoño ha sido perezoso y no ha querido acariciarnos con su mano desnuda y húmeda, pero al fin lo ha hecho. Hoy las primeras lluvias han regalado a los impacientes el arrullo relajante del agua que murmulla en medio de la noche. Los primeros charcos nos devuelven la imagen de unos rostros que se reflejan asombrados de un cambio no por súbito, menos esperado. Y nos hacen adormilarnos con el recuerdo de aquellas melodías que nos llevaban a bailar hasta el final del amor, arropados por la voz profunda y lenta de Leonard Cohen. La lluvia nos hace soñar, ateridos de nostalgia.

viernes, 21 de octubre de 2011

Un viernes extraño

Es viernes, día de portazo en estampida para quienes disfrutamos de una semana laboral de cinco días, un auténtico privilegio en estos tiempos de incertidumbre para el empleo y la economía general del país. Pero es un día extraño, de raras sensaciones, tras las coincidencias que lo precedieron en relación con la historia regional, nacional e internacional, porque ayer, jueves 20 de octubre, se cumplió el 30 aniversario del referéndum del Estatuto de Andalucía, ETA anunció el fin definitivo de su actividad terrorífica y Gadafi fue capturado y ejecutado por los sublevados de Libia -con ayuda de la OTAN-, último trofeo de una "primavera árabe" de resultados insospechados. Demasiadas noticias como para enfrentarse al fin de semana ligero de “equipaje neuronal”. Habrá que liberar la mente de tanta densidad apelmazada si pretendemos que los sentidos sientan el estímulo de lo liviano y refrescante, como la sonrisa inocente de los nietos, la luz suave de una mañana tranquila o la caricia tierna del otoño. Habrá que desconectar para que el viernes impregne con sus ansias de libertad una voluntad perpleja y cautiva por los acontecimientos. No hay que dejar que los viernes pierdan su significado esperanzador de una vida que, de vez en cuando, se despliega sin ataduras. Nunca.

España erradica el terrorismo

El 20 de octubre de 2011 pasará al a Historia como la fecha en que España venció al terrorismo de ETA y se libró de una lacra criminal que chantajeaba al país. No ha sido una batalla fácil e indolora, sino dura, muy cruel y sumamente dolorosa que deja el rastro de 829 personas asesinadas sin razón alguna, sólo por ser objetivos fáciles de una pistola o una bomba que sembraban la muerte de forma indiscriminada y cobarde.

Ayer la banda declaró el cese definitivo de las “acciones armadas” que la sociedad española le demandaba desde hacía más de 50 años y tras tres “alto el fuego” y sus consiguientes negociaciones fracasadas durante ese tiempo. Felipe González, José Mª Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero intentaron infructuosamente, durante sus respectivos Gobiernos, conseguir la paz por vía del diálogo, pero los terroristas preferían seguir matando a atender razones y aceptar la democracia. Querían imponer su voluntad separatista mediante el uso de la violencia, el chantaje y la extorsión. El acorralamiento policial, la presión judicial y el aislamiento social y político han llevado a ETA a escuchar de una comisión internacional de mediadores lo que no querían oír del conjunto de españoles: que dejen de matar, se disuelvan y acepten los procedimientos democráticos para la defensa de cualquier idea, incluida la opción secesionista.

El de ayer ha sido un día esperado, pero tardío, que refleja la inutilidad de tanta sinrazón y fanatismo sanguinario: matar no han servido para nada, salvo para sembrar de muertos una tierra fértil en la que la convivencia pacífica nunca dejó de ser un objetivo irrenunciable. Ha vencido esa formidable voluntad por la paz y la concordia sin desfallecimiento ante las condiciones de los asesinos, que no consiguen doblegar la firmeza de un pueblo que supo transformar una dictadura en democracia y, ahora, erradicar el terrorismo de su solar patrio. Euskadi podrá respirar, a partir del 20-O, un aire de libertad para encauzar su futuro colectivo de forma democrática y en el contexto del Estado del que forma parte como Comunidad autónoma, sin miedo a atentados, coches bombas y tiros en la nuca. Y las víctimas del terrorismo podrán, al fin, recibir el perdón de quienes con esta derrota quedan definitivamente vencidos y condenados a la memoria de la infamia, aunque no se arrepientan, pero sobre todo de una Sociedad que será deudora del alto precio que han pagado con sus vidas por la Paz, la Libertad y la Democracia de todos los españoles.
 
Hace sólo un día, pero parece que fue la locura de una época oscura y lejana lo que ayer quedó definitivamente cerrado con la erradicación del terrorismo en España. Ojalá sirva para que nunca la violencia y la muerte sean métodos para la imposición de ideas o el sometimiento del adversario, y esa fecha quede como un renglón incomprensible en el libro de la Historia de España.

jueves, 20 de octubre de 2011

Cosas que compartir

Por fin el frío refrescaba la mañana cuando se lanzó a recorrer con calma la ciudad. El cielo parecía tan limpio como su voluntad de sumergirse sin rumbo por unas calles que comenzaban a animarse de gente. Los bares expelían el aroma del café recién hecho y de conversaciones entrecruzadas de los clientes. El tráfico iba invadiendo todas las rutas de escape al son de las bocinas, sin que los semáforos pudieran calmar tanta impaciencia. Mientras caminaba por las aceras, observaba la cara de unos transeúntes que llevaban la mirada perdida en sus preocupaciones, ajenos a cuanto les rodeaba y a su presencia. De vuelta a casa se introdujo en unos jardines en los que pudo contemplar a unos ancianos abrigándose con los tibios rayos del Sol y sin ningún recuerdo que intercambiar. Aquella estampa de un grupo tan silente que parecía abandonado le apenó. Nada más abrir la puerta, buscó a su mujer y le dio un beso tierno como los que perseguía en su juventud. Y no dejaron de hablar hasta que la sobremesa los sumió en una morriña frente al televisor. Soñó que estaba sentado junto a los viejos del parque, sin nada que decir y sin nadie que lo aguardara. Sobresaltado, enderezó la cabeza para ver a su mujer dormida en el tresillo y los monos del documental todavía chillando. La vida aún le daba la oportunidad de tener cosas que compartir. Y volvió a dormirse como un niño.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Fobias de infarto

Odiaba los hospitales y ese olor a alcohol, como cuando iba de niño a ponerse una inyección. Temía a las batas blancas y la hipócrita amabilidad con la que se desentienden de tus angustias y preocupaciones. Y sentía miedo a convertirse en carne de cañón para que todo el que se acercara pudiera practicar la medicina. Pero tenía necesidad de ir a Urgencias y olvidarse de todos sus prejuicios. Se encontraba mal y sentía una fuerte opresión en el pecho que le dificultaba la respiración. Era un resquemor que le había amenazado con anterioridad. No tuvo tiempo de quejarse de la masificación que aguardaba en aquella estancia repleta de sillas sobre las que se asentaba cada lamento, cuando un celador lo introdujo en una consulta. Mientras consultaban sus datos, lo tumbaron en una camilla y le colocaron unos cables en el pecho. Casi sin preguntar, el médico miró aquellas líneas quebradas que imprimía la máquina y, sin dejación, ordenó su ingreso inmediato en la UCI. Entonces se asustó de verdad. Le dijeron que había tenido un infarto que a punto estuvo de costarle la vida. Mientras fue atendido no se percibió del olor a alcohol ni el personal, con cualquier uniforme, le pareció tan deshumanizado y frío. Con el alta dejó atrás sus fobias a los hospitales. Había tenido suerte, decía.

lunes, 17 de octubre de 2011

Las exequias de Gutenberg

Lleva vaticinándose con reiteración apocalíptica el fin de la época de la información impresa, en soporte papel -libros y periódicos fundamentalmente-, desde que las nuevas tecnologías hicieron su ya lejana aparición en las últimas décadas del siglo pasado. Cada poco tiempo, nuevas profecías anuncian la próxima desaparición de la edición literaria tal y como la conocíamos, para dar paso al progreso digital que, de forma instantánea y participativa, iba a democratizar y extender la capacidad del ser humano para comunicarse con sus semejantes y conservar o transmitir su legado cultural. No seré yo, de ninguna manera, quien niegue el potencial transformador que la informática e internet han propiciado con sus redes sociales y la interconexión global y simultánea para la asunción de los nuevos paradigmas de la comunicación. Incluso reconozco que son muchos los que han adaptados sus hábitos para adecuarlos a estos nuevos soportes on line. Negar este avance sería negar la evolución de las herramientas que nos permiten conocer la realidad, haciéndonosla más cercana y comprensible.

Del mismo modo que el vehículo a motor sustituyó al animal para el transporte, por ser más rápido, seguro y económico, las nuevas tecnologías digitales parecen destinadas a desplazar a la imprenta como forma de transmisión del conocimiento. Son más rápidas, en algunos aspectos más asequibles, pero distan de ser muy seguras. Su auge e imparable aceptación anuncian el próximo funeral de la fecunda era de Gutenberg que, junto al lenguaje y la escritura, ha posibilitado el desarrollo de la humanidad y la civilización.

Pero reniego de unos sepelios tantas veces predichos pero que no acaban de producirse. El empuje formidable de lo digital conquista cada vez más espacios ocupados con anterioridad por el papel y la imprenta, pero no acaba de enterrarlos completamente. Es posible que todo sea cuestión de tiempo para ver su final, aunque yo sea de los ingenuos que confían en que ambos sistemas coexistirán de forma complementaria. La rapidez y la capacidad de lo digital reservará, a mi entender, el papel y la tinta para la reflexión ensimismada que degusta de la lectura pausada y del contacto físico de unas páginas que agradecen el subrayado y la anotación de comentarios. Es innegable que existe el libro electrónico con capacidad para almacenar centenares de obras dispuestas a ser leídas con sólo pulsar el botón del menú, pero la lectura requiere tiempo y disposición para la asimilación. La individualidad de cada libro, con su diseño tipográfico diferenciado y su portada única, es lo que personaliza en el lector cada obra hasta constituirse en elementos que ayudan a recordarla cuando la memoria lo desea. Toda mi biblioteca podría reducirse a una simple tableta electrónica, pero perdería el encanto fetichista de unas estanterías a las que se asoman los lomos asimétricos y polícromos de unas piezas que registran en el amarilleo y deterioro del papel mi propia experiencia temporal y formativa. Extraer uno de ellos no es sólo realizar una relectura, sino recuperar un tiempo compartido con una obra que te ha ayudado a vivirlo en cierta medida.

También con la prensa existen preferencias. Personalmente acudo a las ediciones digitales de diversos medios, pero soy fiel a mi periódico habitual en papel. Prensa y revistas buscan afanosamente mantener o ampliar su número de lectores a través de páginas digitales, en las que invierten recursos que no logran compensar con la publicidad ni con el pago de cuotas de suscripción. Es una tendencia que probablemente en el futuro sea rentable, pero sin el respaldo de una edición tradicional en rotativas ninguna empresa la acometería como inicio de su negocio. Los grandes medios de comunicación abarcan también la edición on line de la información, más como apoyo de la edición impresa que como unidad independiente. Son útiles para la consulta veloz e instantánea de lo que sucede, pero a la hora del análisis y la valoración se prefiere lo que puede constituir un documento físico de consulta y catalogación, susceptible de convertirse en testigo de los acontecimientos y su contexto. Para los amantes de lo tradicional, ni siquiera las ventajas que ofrece la informática relegan el atractivo del diseño y la maquetación del papel, donde puede distinguirse y destacarse el espacio y la estructura tipográfica que caracteriza cada sección o apartado.

Quiere decirse que, aunque es inevitable el predominio imparable de la tecnología digital, ello no supone necesariamente la muerte y desaparición de lo impreso. Porque al igual que la televisión no acabó con la radio, como auguraron los enterradores oficiales, sino que se repartieron la audiencia y los momentos o expectativas para atenderlos, internet y los medios digitales no orillarán a los medios de soporte papel. Cada modalidad ocupará el lugar que corresponda en función de las demandas de un público que valorará las ventajas e inconvenientes que le ofrezca cada uno. Distinta es la intención de los grandes operadores a los que atrae sólo la rentabilidad, pero mientras haya personas que se inclinen por la trasnochada lectura en papel en vez de una pantalla, las exequias de Gutenberg tardarán aún en materializarse. El muerto, a pesar de la llantina, sigue vivo y coleando.

domingo, 16 de octubre de 2011

Un domingo cualquiera

Transcurre un domingo más entre las rutinas que tratan de llenarlo, de darle contenido e imprimirle alguna significación. Pero podría diluirse entre los infinitos domingos que forman parte del olvido por su futilidad. De él se aprovechan instantes tan aislados como islas en medio del océano, en los que una lectura, una audición, un recuerdo o unas palabras reconfortan del resto de horas lentas y vacías. Son esos momentos los que justifican un domingo cualquiera.

sábado, 15 de octubre de 2011

Terrores noctívagos

Por la noche se le aparecían todos los fantasmas porque era capaz de sentir lo que de día o en normalidad era inescrutable. Sus oídos llenaban el silencio de un chirrío eléctrico, como si tuviera la cabeza dentro de la pantalla del televisor, encendida y sin antena. Sólo los ruidos diurnos amortiguaban aquel zumbido permanente que le impedía conciliar el sueño si antes el agotamiento no lo vencía o alguna pastilla le calmaba. Dependiendo de la postura, el corazón golpeaba su pecho con un retumbe desbocado o latía con una cadencia irregular que parecía ingurgitar, haciéndole sentir el roce de su flujo, las venas del cuello y las orejas cuando estaban aplastados contra la almohada. Para evitarlo, procuraba siempre formar un escalón con las almohadas de tal manera que esas zonas entre la barbilla y el cráneo no tuvieran apoyo y quedaran suspendidas al aire. Hasta los cojines del sillón tenía que doblarlos durante la siesta. Cualquier movimiento brusco de las piernas podía provocarle un calambre que lo agarrotaba de dolor y cuando conseguía al fin dormirse, ninguna noche transcurría sin que tuviera que levantarse varias veces para aligerar una vejiga impaciente. Estaba convencido de que la muerte acudiría con nocturnidad y las alevosías de sus achaques. Por eso temía a la noche y acotarse era, para él, enfrentarse a sus terrores noctívagos. Un suplicio del que lo libraba cada amanecer.

viernes, 14 de octubre de 2011

Política vs publicidad

La campaña electoral, sensu stricto, no ha comenzado aún, pero los candidatos llevan muchas semanas recorriendo España en una precampaña que sólo se diferencia de la reglada por la falta de carteles en la calle y espacios publicitarios, gratuitos naturalmente, en las televisiones públicas. Es decir, estamos asistiendo a una propaganda nada subliminal mediante la celebración de convenciones y reuniones de todo tipo que persiguen simplemente mantener de actualidad a unos personajes que se limitan a expresar frases sencillas, cortas y contundentes para que sean reproducidas en los titulares de los medios de comunicación.

Mariano Rajoy, seguro de su triunfo, se dedica a esperar confiado la confirmación de una mayoría absoluta con la que conducirá su previsible gobierno por las sendas de un programa propio, sin necesidad de negociarlo con las demás fuerzas del nuevo Parlamento, pero evitando escrupulosamente desvelar su contenido y las medidas que piensa adoptar para afrontar los múltiples problemas del país. Nunca antes ningún candidato se había bastado con el desgaste del adversario para alcanzar la victoria, sin al menos confrontar sus propuestas con las del derrotado. Es tan deslumbrante su aura que lo aísla de los casos de corrupción en el seno de su formación, como los Gürtel, Brugal y otros, que están siendo investigados por la justicia. Rajoy se dedica a desgranar como un mantra los errores cometidos por el Gobierno socialista del presidente Zapatero, al que hace responsable de cualquier situación negativa, como la persistente crisis económica que afecta al mundo occidental, si ello influye desfavorablemente en la opinión pública. Es por lo que ni siquiera se admiten méritos en la lucha antiterrorista del Gobierno, cuando prácticamente su gestión política y policial ha arrinconado a la banda separatista ETA hasta su próxima e inevitable desaparición.

Por su parte, Alfredo Pérez Rubalcaba, uno de los gestores mejor dotados del partido Socialista, se enfrenta a su propia veteranía en el Poder a la hora de convencer al electorado sobre la bondad y necesidad de unas iniciativas que bien podría haber impulsado cuando era responsable de alguna de las diversas carteras ministeriales por las que ha pasado. Sus propuestas quedan, nada más pronunciarlas, impregnadas de una pátina de incredulidad por cuanto no fueron adoptadas cuando se controlaban los resortes para imponerlas, por mucho que ahora resulten adecuadas, en gran medida, para la coyuntura presente. Incluso su eficaz trabajo en el Ministerio del Interior, con la cuasi derrota del terrorismo o la contundente actuación para hacer bajar el número de fallecidos en carretera, no se computan como “haber” en el balance de Rubalcaba, máxime si el caso Faisán, un turbio asunto en el manejo de la última tregua de ETA, pudiera -como desea la oposición- alcanzarlo, cosa poco probable.

Visto lo cual, la precampaña adolece de una falta de ideas que estimulen el debate entre los ciudadanos y, lo que es peor, parece sintomática de una estrategia anodina, en la que los conceptos y los proyectos son sustituidos por mensajes emocionales, dirigidos a pulsar la fibra sensible de los votantes, no a que piensen ni discutan los programas. Tal es el propósito de los que, por una parte, aluden al avance de una derecha irredenta, dispuesta a aplicar la tijera en los gastos de un Estado de Bienestar que poco a poco se va deshilvanando. Y por otra, la que propaga el despilfarro y la incapacidad para evitar las insoportables tasas de desempleo que asolan el mercado del trabajo español, junto al supuesto desprestigio de la política exterior y la posición internacional del país.

Ninguno de los dos grandes partidos con capacidad de gobernar se preocupa por hacer público sus planes para estimular la economía y el empleo, las políticas sociales, la reforma de la ingente Administración del Estado en su dimensión central, autonómica y local, los proyectos consensuados para afrontar una decidida modernización de la educación, la justicia y la sanidad para hacerlas más eficientes, sostenibles y equitativas, independientemente del gobierno de turno, priorizar determinadas infraestructuras que potencien la producción de riqueza, la equipación y volumen de nuestros Ejércitos, nuestra relación con Europa, la política energética, la agricultura y demás asuntos.

Entre los programas ocultos de unos y las generalidades poco creíbles de otros, la campaña electoral se antoja desprovista de los elementos de juicio imprescindibles para una elección con criterio. La utilización de un lenguaje deliberadamente ambiguo y la consideración del cuerpo electoral como sujetos sin capacidad de discernimiento, son el resultado inevitable de un bipartidismo que se preocupa primordialmente de alternarse en el Poder, despreciando el derecho al conocimiento de los ciudadanos acerca de los modelos de sociedad, y los instrumentos para lograrlos, a que aspiran las fuerzas políticas en liza. Rajoy y Rubalcaba, Rubalcaba y Rajoy, se reducen a emplear eslóganes insustanciales nacidos del marketing político que los publicistas les brindan para la venta de sus productos. Se comportan como comerciales de un bien de consumo perecedero, que apenas satisface necesidad básica alguna, aunque lo que se dirime sea la convivencia de la sociedad en su conjunto y los planes para un futuro común. Pensándolo bien, todo ello es el resultado de la prevalencia incuestionable del mercado, que todo lo impregna, hasta la política. Ya no hay campañas políticas, sino publicitarias, en la más peyorativa de las acepciones.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Otro Babel

Babel, sea torre, lienzo o bar, es nombre que nos sugiere la extensa diversidad en la que nos integramos con la desconfianza tan fascinante que nos despierta lo ajeno, el otro. Imposible dejar de captar la hermosura de su nominación en la fachada cacereña de un establecimiento, junto a la torre como emblema, que bien podría titular este cuaderno, si no fuera por los justos derechos de autoría, además del peligro que encierra semejante provocación, si allí viviera,  para convertirme en asiduo cliente por afinidad sustantiva, es decir, por predilección y amor a dos vocales y dos consonantes que forman la palabra de la fotografía y describen nuestra idiosincrasia. ¿No es una curiosa casualidad?

domingo, 9 de octubre de 2011

La piedra patognomónica de Extremadura

Visitar Cáceres es viajar a un pasado medieval de conquistadores, castillos y ciudades amuralladas. Un tiempo de hombres duros como el granito con el que se construían fortalezas, empedraban calles y esculpían una identidad pétrea útil para la defensa, de tal manera que la piedra se ha convertido en signo patognómico de estos burgos extremeños que hoy nos maravillan por su solidez silenciosa y estoica. Basta recorrer cada rincón, doblar cada esquina y contemplar desde cualquier atalaya almenada el paisaje de lomas y vegas de unos campos todavía próximos, para adentrarse en la historia que la piedra ha labrado en estos lugares donde el tañer de campanas continúa convocando tras los tejados y al que las cigüeñas no han dejado de regresar durante siglos. Sirvan estas fotografías como invitación para dejarse seducir con lo que caracteriza a estas impresionantes ciudades de Extremadura: la piedra patognomónica de Cáceres y Trujillo.



 

martes, 4 de octubre de 2011

La zorra y el asno

Antier, un juez sentencia en un auto que calificar de “zorra” a una esposa, en medio de una discusión y con amenazas previas, no es un insulto por cuanto se trata de la alusión a un animal listo y astuto, razón por la que anula la condena a un maltratador. Puestos a destacar cualidades de los animales como símbolos para expresar dichos y refranes, podríamos tildar al susodicho magistrado de asno, pues el équido, de naturaleza pacífico, es tozudo y rudo, como cualquier juez empeñado en no apreciar desprecio o  menosprecio a la dignidad de la mujer en las manifestaciones de quien querría ver a su esposa “en una caja de pino”, si tomara la justicia por su mano.

Porque hay que ser muy burro, otro mamífero noble y terco, para no contemplar en esas expresiones la actitud que caracteriza una violencia machista que no se detiene en el mero insulto, sino que asesina cuando no logra reducir a la mujer a simple objeto de su pertenencia. La muerte de mujeres a manos de la pareja sigue siendo uno de los cánceres que corroe la sociedad moderna. En lo que llevamos de año, 45 mujeres han sido asesinadas en España como fruto de una violencia de género que las leyes y mecanismos de prevención son incapaces de erradicar.

Ninguna medida, como las órdenes de alejamiento que se aplican en nuestro país y que últimamente ha validado el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, sirven de nada si los mismos encargados de determinar la existencia de una violencia que se incuba en el ámbito doméstico no son capaces de detectarla en esas actitudes y expresiones que la delatan y anteceden su manifestación más luctuosa: el asesinato.

Es un juego floral dedicarse a buscar el significado prosaico de los términos cuando se juzga una presunta acción de violencia -física o verbal- en el seno de la pareja, si de ello no se derivase, como ha sucedido en más de una ocasión, la indefensión y desprotección de la futura víctima. Lo grave no es que un borrico, en expresión cariñosa, se empecine en una cuestión semántica, sino el componente ideológico que rezume el no observar amenazas machistas e insultos gravemente ofensivos hacia la mujer por parte de un maltratador, entendiendo por tal, de palabra u obra, a quien falta el respeto o pega y mata a su mujer. Se trata de una actitud que cuenta desgraciadamente con jurisprudencia al existir sentencias similares en las que se afirma que “no toda acción de violencia física en el seno de la pareja (…), debe considerarse necesaria y automáticamente como violencia de género” y que “para que se aplique la ley de violencia de género tiene que haber un componente machista” (Audiencia de Murcia, 2009).

Causa estupor que, con tantos asnos en la judicatura, las zorras no sean una especie en extinción.

lunes, 3 de octubre de 2011

Postparto

La ilusión temerosa, insegura, se había transformado en desconfianza e inseguridad aterradas. Había transitado del temor al terror cuando creía que su destino era la felicidad. porque lo que iba a ser el parto de su segundo hijo acabaría postrándola con una grave enfermedad autoinmune, la lesión de un riñón y un desprendimiento de retina. El niño, al que no tuvo tiempo de ver, había nacido sano y se hallaba con su abuela desde hacía un mes. Aunque infrecuentes, aquellas complicaciones del alumbramiento eran atendidas por los sanitarios con la insensibilidad de quien no las padece y con explicaciones tan esperanzadoras como las que dependen del azar. Sumida en una profunda depresión, sólo el hijo que no había podido acunar en sus brazos le insuflaba fuerzas para dejar que intentaran todos los tratamientos disponibles. Si el abatimiento hacía mella en su ánimo, abría el móvil para mirar las fotos de sus hijos. Las visitas, las revistas y el televisor sobraban. Así transcurrió la eternidad hasta que le dieron el alta. Su rostro volvió a iluminarse y reflejar la joventud escondida bajo las sombras del sufrimiento. Tras una fugaz despedida fruto de la cortesía, salió precipitada a abrazar la vida que la esperaba junto a su familia. Tenía prisas por dejar atrás el miedo.

domingo, 2 de octubre de 2011

Octubre, octubre

Ayer llegó octubre, en sábado para no romper inercias ni modificar hábitos y ropajes, con cuidado de no alterar calendarios laborales y respetando el calor de un verano interminable. La gente lo celebró en las calles aprovechando el espejismo remunerativo del primero de mes para tirar de cartera antes de que los bancos la expriman. Un juego contrarreloj con comercios que, previsores y prepotentes, giran el 31 del mes anterior los débitos que deben cobrar el día 1 del mes siguiente, adelantándose por un día a tu ufana e inútil falacia pecuniaria, pero posibilitando unas ganancias extras por un descubierto a bocajarro, por imperativo unilateral y abusivo, que impone el poderoso caballero, don mercado. Octubre, octubre, suena a lamento melancólico del perdedor que se lame las heridas en soledad antes de emprender otra derrota, como las tardes claudicantes del Otoño de George Winston.